En 1986, el 26 de abril, ocurrió el que hasta la fecha sigue siendo el mayor accidente nuclear de la historia. La radiación emitida por la planta de Chernóbil, a consecuencia del estallido del reactor RBMK, superó hasta por 400 veces a la de la bomba lanzada sobre Hiroshima. A más de 30 años de la tragedia, las secuelas han perdurado hasta la actualidad. Algunas de ellas se materializan en diferentes formas de cáncer, mutaciones, cataratas, depresión, etc. Fuera de una visión que nos lleva a empatizar con nuestros congéneres afectados, no podemos dejar de lado a la fauna que también quedó alterada por Chernóbil.
Tras los efectos de la radiación, muchos animales domésticos fueron sacrificados, a razón de no seguir extendiendo los efectos de esta. No obstante, otros continuaron expuestos, procreando, durante el trascurso de los años, generaciones radioactivas.
Los perros afectados han estado entre los animales más estudiados. Un equipo de investigadores descubrió que los de Chernóbil son completamente diferentes a los del resto del mundo, pues su ADN quedó alterado para siempre.
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Los investigadores del National Human Genome Research Institute tomaron como muestra a más de 300 perros callejeros que vivían, incluso, al interior de la planta nuclear extinta o en un radio de entre 15 y 45 kilómetros. Gracias a las pruebas de sangre, los científicos concluyeron que el material genético de cada can de estos sigue mostrado variables, a pesar de que son descendencia de los directamente afectados por la explosión de 1986.
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Otro caso que ha desconcertado mucho a los científicos es el de los jabalíes. Estos organismos, a diferencia de venados, perros, o demás especies dañadas, no han presentado una disminución importante en los niveles de radiación.
Actualmente ya se sabe que este fenómeno, al cual se le denominó como “la paradoja de los jabalíes salvajes”, tiene su justificación en la alimentación de estos animales, los cuales basan su dieta en trufas de ciervo, pequeños hongos subterráneos que acumulan el cesio a largo plazo. En otras palabras, los jabalíes están consumiendo la radiación de hace décadas.
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