Todo el mundo sabe que detestan el agua, pero los gatos marineros han sido parte de las tripulaciones por siglos. Esta es la historia.
Los gatos de barcos no son un fenómeno reciente; han servido en navíos casi el mismo tiempo que los humanos llevan navegando por el mar. Las pinturas en las tumbas del antiguo Egipto los representan cazando desde barcos que zarpan aguas abajo por el Nilo y se abrieron camino por el Mediterráneo a bordo de buques mercantes fenicios y griegos. Tenían nombres como Tom el Terror, Burbuja, Brincolín, Cara Sucia y Sentina. Viajaban miles de kilómetros a bordo de los buques de guerra más representativos de la historia. Eran miembros valiosos de la marina e incluso llevaban uniformes en miniatura, hechos a la medida para aparecer en fotografías, y tenían sus propias hamaquitas para tomar siestas. Estos gatos marineros que tenían misiones importantes alrededor del mundo.
Gatos… ¿como miembros de la marina?
La habilidad que tienen los gatos para cazar en tierra los convirtió en compañeros valiosos en el mar. Las infestaciones por roedores provocaban problemas graves en los barcos, pues las ratas y los ratones contaminaban los almacenes y consumían la comida, masticaban equipos y transmitían enfermedades. Los gatos eran una solución barata y eficaz contra las plagas, además de que eran buenos compañeros. En viajes largos animaban a la tripulación con su tan necesario afecto y un poco de suavidad en aquel ambiente espartano de los barcos, y debido a que eran considerados mascotas compartidas por todos los marineros también ayudaban a crear lazos entre ellos.
Predicciones peludas
Tal vez no sea de extrañar que los marineros hayan desarrollado muchas supersticiones alrededor del comportamiento felino. Aquellos que se preparaban para zarpar consideraban de buena suerte que un gato escogiera abordar su embarcación, pero era una terrible señal cuando uno decidía saltar del barco. Era un augurio aún peor ver a dos gatos peleando en un muelle, pues podía tratarse de una advertencia de muerte para quienes alzaban velas. Algunos antiguos marineros creían que los gatos podían controlar el clima con la cola, la cual, si la movían de determinada manera, significaba que estaban enojados y se preparaban para desatar una fuerte tormenta.
Más tarde, los marineros se dieron cuenta de que los gatos movían la cola cuando estaban agitados por una caída repentina en la presión del aire, lo que indicaba que el barco pronto enfrentaría un clima desfavorable. Las tripulaciones comenzaron a monitorear todas las actitudes de los gatos en sus botes y a considerar cualquier comportamiento extraño como advertencia de una tormenta. Los felinos eran una especie de barómetros peludos.
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Su don, su maldición
Aunque se sabe que los gatos le tienen aversión al agua, su biología los hace sorprendentemente aptos para la vida en el mar. A diferencia de quienes formaban parte de la Marina Real británica (que se sabe bebían jugo de cítricos para prevenir el escorbuto), los gatos pueden producir su propia vitamina C y, por lo tanto, pueden sobrevivir con una dieta sin frutas ni verduras; también son capaces de obtener de su presa gran parte del agua que necesitan, por lo que no requieren tanta agua potable como los marinos humanos. Además, tienen un sistema de filtración interno excelente, que les permite beber un poco de agua de mar si lo requieren.
Protección felina
A lo largo de la llamada Era de los Descubrimientos, los gatos fueron un elemento fundamental en las embarcaciones europeas, e incluso tuvieron un papel en los protocolos de las aseguradoras de aquel entonces. Los códigos legales publicados en Valencia, España, en 1494 hacían responsable al mecenas del barco por cualquier daño que las ratas causaran a la mercancía si no había proporcionado protección felina a bordo. Si había gatos en el barco, el mecenas quedaba libre de toda responsabilidad.
Hasta el siglo XX, los felinos siguieron formando parte de los barcos. En el Reino Unido, uno de los programas de rescate de gatos más antiguo y extenso se produjo durante la Primera Guerra Mundial, cuando miles de gatos callejeros fueron capturados en las ciudades y entregados a los militares. Los gatos entregados a la Marina Real británica incluso recibían cada semana un “subsidio de provisiones”, por un chelín y seis peniques, para pagar los premios que recibían del comedor del barco.
Espectáculo con bigotes
Un barco grande de la marina estadounidense podía albergar hasta dos docenas de gatos; algunos de ellos merodeaban por la galera y engordaban, mientras que otros preferían las entrañas de la nave, donde se refugiaban de los fuertes ruidos de los disparos del barco.
Los gatos tienen fama de ser muy difíciles de entrenar, pero algunos marineros decían que habían aprendido a “hablar gato” y podían conseguir que sus mascotas hicieran trucos, como pararse en posición de firmes, saludar, equilibrarse sobre cuerdas estiradas y hacer sonar campanas. En particular, esto contribuyó a los esfuerzos de buena voluntad de la marina estadounidense en los puertos extranjeros, cuando se invitaba a los lugareños a dar un paseo por los barcos, en los que se incluía un breve espectáculo de gatos.
Los consentidos de la tripulación
Los felinos más amigables eran felices al quedarse en la zona de atraque, donde recibían mucha atención de los marineros; también podían dormir en hamacas que reducían la sensación de bamboleo a bordo de los barcos, pues podían sentirse tan mareados como los humanos.
Justo al final de la Segunda Guerra Mundial, el lugar especial que tenían los gatos en los buques de la marina comenzó a desaparecer en Estados Unidos, ya que las mejoras en fumigación y el control de plagas los volvió cazadores de roedores innecesarios. Algunos comandantes incluso los consideraban una distracción.
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Problemas en altamar
Sin embargo, el mayor problema para los gatos en la marina estadounidense reside en las relaciones públicas. En la época inmediata a la Segunda Guerra Mundial, los miembros del Congreso buscaban aprobar serios recortes al presupuesto de la defensa, incluido el de la marina. Con el fin de insistir en la ineficiencia de los gatos a bordo, los legisladores revelaron que en un barco, tres hombren habían creado un comité para planificar el funeral de su gato. La excusa era una salida fácil; los gastos que generaban los gatos eran mínimos comparados con el apoyo moral que proporcionaban a la tripulación (quienes usalmente cubrían las necesidades de estos animales de su propio bolsillo).
El fin de los gatos marineros
Al final, el largo viaje de los gatos a bordo de barcos se terminó porque las leyes de cuarentena internacionales se hicieron más estrictas tras la guerra. Antes de los años cincuenta, muchos países les daban a los gatos a bordo de barcos un rango especial que los exentaba de cumplir con las leyes de cuarentena y les permitía deambular libres por los puertos extranjeros, donde lo peor que podía pasarles era pelearse con un gato local. Las leyes nuevas fueron aprobadas muchos países donde se exigía un periodo de aislamiento largo para permitir que los gatos desembarcaran. Si los oficiales locales descubrían que alguno se bajaba de un barco, el capitán podía recibir una multa severa o incluso ser arrestado.
La marina estadounidense reconoció que los gatos son maestros del escape natos y quiso evitar que sus capitanes se vieran involucrados en pleitos legales y diplomáticos a causa de un felino curioso que intentara evadir la cuarentena. La política actual de la marina no prohíbe explícitamente la presencia de gatos en los barcos, pero el permiso especial que necesitan ahora los marineros para llevar un felino a bordo casi nunca se otorga. Exceptuando a Rusia, la mayoría de las embarcaciones del mundo adoptó una política similar.
Este texto fue escrito por Scot Christenson y fue publicado en nuestra edición impresa de diciembre 2024. Puedes leer su versión original en:
The forgotten history of cats in the navy
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