Canteras de piedra caliza en el estado de Nuevo León, México, resguardaron durante millones de años un hallazgo paleontológico inusual: los fósiles excepcionalmente conservados de un tiburón prehistórico que compartió el mundo con los dinosaurios. Este descubrimiento ha arrojado luz sobre uno de los enigmas más intrigantes para los científicos sobre la morfología y la anatomía de este enorme depredador.
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La primera mención del género Ptychodus en la literatura data de 1729, basada en unos pocos dientes encontrados en tiza inglesa. Louis Agassiz, el renombrado paleoictiólogo, hizo la descripción oficial de este tiburón en 1834. Desde entonces, los investigadores solo han encontrado fragmentos de dientes y restos aislados en depósitos del Cretácico en todo el mundo. Sin embargo, los fósiles hallados en México permitieron conocer finalmente cómo era el cuerpo de este gigante que llegó a medir hasta 10 metros.
Los investigadores describieron los restos fosilizados en la revista Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences. Destacan que en la piedra caliza aún se puede apreciar su contorno e «información crucial sobre la anatomía y la posición sistemática de Ptychodus«.
«Los análisis filogenéticos y ecomorfológicos muestran que Ptychodus era un tiburón pelágico de gran tamaño y cuerpo ahusado, perteneciente al orden Lamniformes, un grupo muy diverso en el Cretácico y entre el que destaca el actual tiburón blanco», señalan los investigadores en un comunicado.
Ptychodus tuvo enormes dientes rechinantes que llegaron a medir hasta 55 centímetros de largo y 45 centímetros de ancho, con una mandíbula de unos 2 metros de largo capaz de triturar conchas y caparazones. Este tipo de dentición era muy diferente a los afilados dientes que poseen los tiburones blancos actualmente.
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El tamaño y la forma de su cuerpo indica que este enorme tiburón prehistórico fue un depredador veloz especializado en la caza de amonitas y tortugas marinas. Esta adaptación única pudo haber contribuido a su extinción hace 76 millones de años, cuando competía con otros animales por las mismas presas con caparazón.
«Ptychodus puede haberse alimentado predominantemente de presas nectónicas de caparazón duro, como amonites y tortugas marinas, en lugar de invertebrados bentónicos», señalan la publicación. «Su extinción durante el Campaniano, mucho antes de la crisis del final del Cretácico, podría haber estado relacionada con la competencia con especies como los Mosasaurios”.
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