Taiji es un puerto al sur de Japón. Tradicionalmente, desde hace siglos, la población se abastece y sostiene económicamente gracias a la pesca. Esta relación íntima con el mar, además, les ha permitido conocer de cerca a las otras especies que habitan bajo las olas. Año con año, en septiembre celebran una cacería masiva, que merma significativamente la población de animales salvajes en la zona. En esta ocasión, se estima que la caza de delfines termine hasta marzo de 2022.
La caza de delfines está siendo orquestada por la Asociación de Pescadores de Isana. En esta ocasión, tienen una «cuota de captura de 1 mil 849 delfines de nueve especies que el gobierno japonés ha permitido matar o capturar esta temporada», denuncia Natasha Daly, corresponsal para National Geographic. Entre las especies más afectadas están los delfines nariz de botella, delfines rayados, delfines de Risso y ballenas con cabeza de melón.
No todos los delfines pierden la vida. Por el contrario, algunos se insertan en el mercado negro para ser vendidos a parques marinos. Especialmente en Japón y China. Sin embargo, la gran mayoría de ellos son sacrificados por su carne, según la cobertura de Dolphin Project, un grupo activista basado en California. Frente a sus familias, son heridos de muerte con palos, hachas y otras herramientas.
«Cuando los delfines y las ballenas son llevados a la cala desde la costa, sientes que tu sangre hierve y como si comenzara a fluir hacia atrás», explica Ren Yabuki, activista de la institución japonesa Life Investigation Agency, quien ha estado en el puerto desde el 1º de septiembre. “Sus familias están destrozadas«. A pesar de que la práctica ha sido denunciada a nivel internacional desde 2009, el gobierno japonés la sigue apoyando sin miramientos.
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De acuerdo con las cifras de la organización sin fines de lucro Anima Naturis, anualmente se capturan 20 mil delfines en las costas de Taiji. Después de acorralarlos con botes y redes de pesca en un espacio de baja profundidad, los pescadores los hieren mortalmente y el agua se tiñe de rojo por su sangre. Luego transportan los cadáveres a tierra firme para obtener sus partes.
Sin embargo, la cultura local no castiga estas prácticas. Por el contrario, celebra 4 siglos de tradición ballenera. Incluso hay un museo en Taiji que conmemora la historia de caza de delfines que define a la población local. Algunos testigos han reportado que los pescadores quiebran la columna vertebral de los delfines para debilitarlos. Luego los matan a golpes. Las crías son liberadas al mar una vez que sus madres fueron cazadas.
En esa condición, su esperanza de vida es mínima: no pueden valerse por sí mismas, y dependen de la leche materna para sobrevivir. Según las cifras de The Washington Post, un kilo de carne de delfín se puede vender en 500 dólares. Un ejemplar vivo, en cerca de 12 mil.
A pesar de las resistencias locales de Taiji, otras comunidades cada vez más grandes en Japón se están pronunciando en contra de estas dinámicas ecocidas. En las costas de Taiji, además de barcos pesqueros cargados con hombres armados, se han parado personas con anuncios en contra de la caza de delfines indiscriminada: «Déjenlos nadar en libertad«, exigen los detractores. «Amen a todos los animales».
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