El jaguar fue dotado de diversos y poderosos significados en Mesoamérica, lugar donde la antigua cosmovisión apreciaba un universo de dualidades. De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), este felino es parte de la oscuridad y guarda relación con los dioses del inframundo, así como con todos los espacios donde se puede acceder a él.
«Para los pueblos prehispánicos, el jaguar supuso unos de los animales más importantes. Los nahuas lo llamaron ocelotl; lo mayas, bahlam. Esta extraordinaria criatura estuvo estrechamente relacionada con la creación, el poder, la guerra y la noche», explica Ethan Buendía, Maestro en Estudios Mesoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Su figura fue concebida como un dios solar en las regiones inframundanas, añade el especialista. Por ello, los regentes mayas recurrentemente utilizaron los atributos de este animal para resaltar sus nombres ante la realeza y la población común, documenta el INAH.
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De entre todos los felinos, el jaguar (Panthera onca) es el tercero más grande, solo por detrás del tigre y el león. Conforme al Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), este animal mide entre 1.5 y 2.4 metros, mientras que su peso oscila de 45 a 120 kilogramos. Por ello, es robusto, fuerte y de miembros cortos. Las hembras suelen ser más pequeñas que los machos.
La coloración del jaguar va de amarillo pálido a café rojizo, mientras que es blanco en el vientre y en la parte interna de las patas. A lo largo de su cuerpo se distribuyen manchas negras que, hacia los costados, se convierten en rosetas. La distribución de estos rasgos cambia de un individuo a otro, por lo que éste es considerado un elemento de identificación.
La Procuraduria Federal de Proteccion al Ambiente (PROFEPA) dice que, históricamente, la distribución del jaguar comprendía una enorme extensión del continente americano, ya ésta iba desde el suroeste de Estados Unidos hasta el sur de Argentina. Sin embargo, debido a la caza y reducción del hábitat, el mayor felino de América solo está poblando el 33 % de su territorio original. En México, las poblaciones más importantes se encuentran en Campeche, Chiapas y Quintana Roo.
En cuanto al hábitat, el jaguar puede verse en bosques de pino templado, manglares y áreas montañosas. No obstante, la especie es más numerosa en selvas bajas tropicales y subtropicales. Es en estos ecosistemas donde se encuentran las principales presas y las mejores condiciones para su desarrollo.
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Según lo publicado por la PROFEPA, la alimentación del jaguar es variada, pues ésta se compone de mamíferos, aves, reptiles, anfibios, peces e invertebrados. Estos felinos son más activos durante la noche, tiempo que dedican sobre todo a buscar presas. Cuando llegan a la edad adulta, se vuelven animales solitarios y territoriales. Se localizan entre ellos, casi con exclusividad, para la reproducción.
Por su parte, la temporada de apareamiento, de acuerdo con WWF, varía dependiendo de la región geográfica. El período de gestación toma 100 días. Una vez que nacen las crías, las cuales pueden llegar a ser hasta cuatro por camada, éstas permanecen con la madre durante un año y medio o dos, tiempo previo a la madurez sexual.
En la actualidad, el jaguar ha visto disminuir al número de su especie. Diversas prácticas humanas hacen que éste se encuentre enfrentando amenazas que ponen en riesgo su permanencia en los ecosistemas. Algunas medidas ya están en marcha, las cuales buscan salvar a uno de los animales más representativos del continente americano.
Desafortunadamente, el jaguar se encuentra entre los animales de la categoría “casi amenazada” de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). La destrucción del hábitat y la cacería ilegal son los principales motivos que están acabando con las poblaciones de estos felinos.
Como ejemplo de las medidas de protección, están las acciones que la PROFEPA ha trabajado en México, las cuales se basan, principalmente, en inspeccionar, vigilar y concientizar sobre el problema. En este sentido, la mencionada entidad establece cuatro puntos en los cuales se aprecian los objetivos de su proyecto. Son los siguientes:
Conservar al jaguar es procurar la estabilidad de los ecosistemas donde habita. La caza que hace este felino permite que las poblaciones de otras especies no crezcan exponencialmente, previniendo, con ello, una alteración ecológica. La pérdida del jaguar implicaría un deterioro para los espacios en los que vive.
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