La huella de un gato quedó inmortalizada en los restos de una antigua jarra de arcilla; es posible que el animal estuviera amasando el recipiente recién hecho.
Hace unos 1200 años, un gato estuvo amasando con sus patas una jarra de barro mientras se secaba, dejando la evidencia más antigua registrada de este comportamiento felino. Arqueólogos descubrieron durante la excavación del Monte Sión en Jerusalén un fragmento de arcilla que conserva la delicada huella del animal.
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La huella más antigua de un gato amasando
El gato dejó su huella en la jarra de arcilla mientras esta se secaba al sol, justo antes de ser horneada, según la hipótesis de los investigadores. El recipiente, recién hecho por un alfarero, permanecía con su superficie húmeda y maleable, lo que creó las condiciones perfectas para que el felino dejara su marca en un momento en el que se sentía seguro y contento.
Curiosamente, las marcas no se detectaron durante la excavación. El fragmento de arcilla fue depositado en cajas junto con otros materiales, a la espera de ser analizados. Sin embargo, la directora del laboratorio, Gretchen Cotter, descubrió las huellas del antebrazo y la garra este verano al examinar cuidadosamente el material.
«Creemos que el gato estaba amasando en lugar de simplemente descansar sobre la jarra porque sus garras estaban extendidas y dejaron marcas profundas en la superficie de la arcilla», dijo a Live Science Shimon Gibson, arqueólogo de la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte, quien codirigió la excavación.
El curioso gato dejó marcada una parte de su pata delantera, que mide 3 x 3 centímetros, y parte del brazo, que alcanza los 2 centímetros. Este momento podría haber surgido de un instante de relajación, cuando el gato se acomodó en el borde de la jarra, quizás ronroneando, para aprovechar el sol. “Las marcas de las garras todavía eran evidentes, grabadas profundamente en la arcilla”, explicó Gibson al medio Haaretz.
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Un minino amasando o estirándose
La datación del fragmento de la jarra reveló que pertenece al siglo IX, lo que sitúa al animal en la época del califato abasí, la dinastía que reemplazó a los omeyas para gobernar gran parte del Imperio islámico.
Aunque el gato pudo haber estado amasando la jarra en un momento de tranquilidad, también es posible que en un episodio de satisfacción, se estirara y extendiera sus garras. Gretchen Cotter señaló que otra hipótesis sugiere que el felino pudo haber saltado entre recipientes y, al resbalar, se aferró con las garras; o tal vez estaba dormido en la curva del recipiente y, al deslizarse, clavó sus garras para evitar caerse.
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