La extinción de los mamuts, perezosos y otros herbívoros gigantes provocó el aumento de incendios en todo el mundo, especialmente en Sudamérica.
La desaparición gradual de la megafauna que pastaba en las praderas provocó un aumento dramático en los incendios en todo el mundo, revela el estudio de la Universidad de Yale y el Museo de Historia Natural de Utah.
Hace 50,000 años, la megafauna terrestre experimentó una disminución de su población. Los perezosos gigantes, tigres dientes de sable, gliptodontes y otros gigantes prehistóricos comenzaron a extinguirse en un proceso gradual que alcanzó su punto máximo hace unos 6,000 años, con la desaparición de los últimos mamuts lanudos.
El equipo comparó el número de mamíferos gigantes extintos (y el momento en que desaparecieron de los distintos continentes) con el registro de incendios que se conserva en los sedimentos de los lagos, identificando 410 puntos globales distribuidos en todos los continentes, donde los restos de carbón revelan un registro histórico de grandes incendios regionales.
A menos megafauna, más incendios
Al cruzar los datos, el equipo encontró una correlación positiva entre la desaparición de grandes herbívoros y un aumento de los incendios: en aquellos sitios donde la extinción de megafauna fue mayor, los pastizales ardieron con mayor frecuencia comparados con regiones donde la tasa de extinción fue menor.
Los datos reafirmaron que la extinción de megafauna fue más intensa en Sudamérica, donde el 83 % de herbívoros gigantes desaparecieron, seguido de Norteamérica (68 %), una cifra mayor al 44 % Australia y el 22 % de África, respectivamente.
El estudio aporta nueva evidencia del impacto de la extinción de la megafauna herbívora en los ecosistemas: además del colapso de depredadores y la pérdida de árboles frutales que se dispersaban gracias a ellos, hoy sabemos que los pastizales sufrieron una transformación y perdieron distintas hierbas tolerantes al pastoreo.
Una vez que la hierba seca se acumuló sobre las praderas despobladas, el fuego se extendió con facilidad consumiendo grandes porciones de terreno, alimentado por restos de hojas y madera, forzando que los siguientes herbívoros (como el ganado actual) se adaptaran a los nuevas características de los ecosistemas.
A pesar de los incendios, el equipo asegura que la extinción de especies que se alimentaban de arbustos en zonas boscosas (como mastodontes y perezosos gigantes) tuvo un impacto mínimo en su ecosistema, comparado con los pastizales.
“Este trabajo pone de manifiesto la importancia que pueden tener los animales que pastan al momento de determinar la actividad de los incendios y prestar mucha atención a estas interacciones”, concluye Carla Staver, profesora de la Facultad de Artes y Ciencias de Yale.
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