La pérdida de los bosques en Australia empezó en la década de los 50. Con ella, diversas aves cantoras perdieron su sustento y hábitat natural. Para muchas de ellas, esta privación de un espacio en el ecosistema representa una dificultad mayor, ya que cada vez con más celeridad, la tala termina con las áreas verdes del país.
En el caso de los regentes mieleros, la situación es aún más dramática: a raíz del problema, se han olvidado de su canto de apareamiento.
Es una realidad que la pérdida de recursos para vivir —alimento, hogar, agua— es un motivo de estrés para todos los seres vivos. El caso de la pérdida de bosques ha sido icónico para explicar esta problemática, pues los animales que dependen del ecosistema están experimentando niveles de angustia elevados a lo largo de sus vidas, en condiciones cada vez más precarias.
Los regentes mieleros (Anthochaera phrygia) también padecen de las consecuencias negativas de la destrucción de su hábitat. Entre los pájaros cantores, es común que los ejemplares más jóvenes aprendan comportamientos y conductas de los adultos. Uno de los más representativos es su canto de apareamiento, que imitan al escucharlo de los más viejos.
Esta conducta se aprecia, más que nada, en los ejemplares machos. Sin un canto de apareamiento que aprender de pájaros más experimentados, no pueden atraer a hembras para fecundar. De esta manera, su éxito de cortejo se anula por completo, según el ecologista Ross Crates, de la Fenner School of Environment & Society.
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Después de cinco años de esfuerzos de investigación, Crates tiene un registro de la caída dramática en éxito de apareamiento de los regentes mieleros a raíz de la pérdida de su canto. Como una especie en peligro crítico de extinción, esta falta de capacidad los amenaza aún más. Según sus estimaciones, podrían quedar apenas 300 pájaros en libertad:
«El aprendizaje del canto en muchas aves es un proceso similar al de los humanos que aprenden idiomas: aprenden escuchando a otros individuos», señaló el experto, tras años de colaboración en la Universidad Nacional de Australia.
Esta desviación en su comportamiento es natural: si no tiene a quién escuchar, es muy probable que no aprenda nada, según enfatiza el autor. A manera de compensación, un 12 % de los ejemplares restantes emiten un canto de apareamiento resquebrajado, que en lugar de atraer a sus parejas potenciales, las ahuyenta.
Asustadas con un canto que no reconocen —porque parece una especie de mezcolanza del sonido que emiten diversas especies diferentes—, las hembras prefieren no anidar con los machos. Según Peter Marra, un biólogo conservacionista de Georgetown, este estudio revela la pérdida de un idioma completo en el mundo de las aves.
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