Además de volver a obtener extremidades, el sistema de regeneración de los ajolotes les permite sanar las cicatrices de su corazón.
Una de las caras más icónicas de la biodiversidad mexicana es la de los ajolotes, unos anfibios de ese país que desde hace mucho encarnan la regeneración y la supervivencia. Pero, independientemente de cualquier alegoría, estos sorprendentes animales sí logran regenerar partes de su cuerpo, y así es como lo hacen.
¿Cómo estos anfibios mexicanos regeneran sus extremidades?
Los ajolotes se distinguen por conservar sus rasgos larvales durante su vida adulta, algo que se conoce como “neotenia”. No obstante, otro detalle de sumo interés en esta especie radica en su particular sistema de regeneración, uno que, fuera de reconstituir partes de su cuerpo, permite a estos anfibios sanar heridas en su corazón sin dejar cicatrices.
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Jesús Chimal Monroy, investigador del Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBO) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), interesado en conocer los mecanismos básicos que llevan a la regeneración de las extremidades, tiene 18 años estudiando este sistema de los ajolotes. Según reporta a la revista UNAM Global, esto es parte de lo que ha encontrado:
“Hay algunas moléculas que regulan el desarrollo embrionario, que también es interesante estudiarlas durante el proceso de la regeneración. Entre estas moléculas destaca el ácido retinoico, un derivado de la vitamina A”, señala el experto.
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UNAM Global refiere que el ácido retinoico es el único factor conocido que induce esta duplicación próximo-distal de la extremidad. Los animales lo obtienen a través de la dieta, principalmente derivada de los betacarotenos
Un hábitat amenazado
Los ajolotes alguna vez poblaron la mayor parte del área lacustre del Valle de México. Hoy la cosa es muy diferente; su hábitat se reduce exclusivamente a los canales de Xochimilco, donde, además, sólo habitan en un espacio de 10 kilómetros cuadrados. Esta notable reducción de su lugar es producto de múltiples alteraciones a su ecosistema.
“No se puede conocer el número exacto de ejemplares que quedan porque es muy difícil de contar, aunque hay evidencia de que cada año disminuye su población. En este momento la especie no tiene la vitalidad ni el número para considerarla fuera de peligro”, explica Esther Quintero, Subcoordinadora de Especies Prioritarias de la Comisión Nacional para el Conocimiento y uso de la Biodiversidad (CONABIO) de México.
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