Las cacatúas australianas han aprendido de sus pares técnicas específicas para robar basura de los contenedores en los suburbios de Sidney.
Con toda la fuerza de su ser, hace una maniobra imposible para abrir la tapa con el pico. Se tambalea. Pierde el equilibrio. Se recupera: todo parece ir en su contra, pero está bien. Finalmente, logra pararse en el filo del bote de basura y afianzar las garras ahí. Con las alas extendidas, hace un esfuerzo para no caerse. Con un movimiento ágil, finalmente logra empujar la tapa e introducir la cabeza. Orgullosa, saca un pedazo de pan del interior. Ésta es una habilidad que varias cacatúas en Australia han tenido que aprender. La razón no pinta un buen panorama.
Buscar entre la basura
El fenómeno se ha observado principalmente en el suburbio de Stanwell Park de la ciudad más poblada de Australia. Los vecinos han registrado cómo las aves con las que comparten vecindario se paran encima de los botes de basura locales para conseguir comida. Específicamente, las cacatúas de cresta de azufre se han convertido en vecinos indeseables para los habitantes de la ciudad. A pesar de ello, no son los únicos animales salvajes que han intentado recuperar algo de su hábitat.
Para adaptarse, han optado por buscar frutas, pan y otros restos de comida en los basureros de las casas. Además, las cacatúas no se distinguen por ser animales particularmente silenciosos. Aunque los vecinos humanos han intentado convivir con ellas, el problema ha molestado a los habitantes desde 2014, que el comportamiento sonó en los medios, en los que se describió como «robos y crímenes animales«.
Siete años más tarde, un estudio publicado en Science asegura que estas nuevas habilidades han sido transmitidas de generación en generación, como parte de una herencia de las familias de cacatúas. Hurgar en los contenedores de basura de los humanos ha sido más fácil que encontrar alimento en los árboles frutales, que han sido talados en favor de la urbanización excesiva.
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Las autoridades australianas son conscientes de que, año con año, cada vez más aves adquieren la habilidad. El autor del estudio, John Martin, asegura que “Las cacatúas son los punks del mundo de las aves, tanto en apariencia como en carácter». Como ecologista de Taronga Conservation Society, encuentra una similitud en las crestas amarillas —que, según él, parecen Mohawks— y en la valentía descarada de hurgar en la propiedad privada —aunque sea basura.
Las cacatúas literalmente gritan con la llegada del alba y no guardan silencio hasta el anochecer. Son exuberantes, desafiantes y territoriales con los botes de basura locales, y parecen no tener preocupaciones al robar los desechos de los vecinos. Por el contrario, no tienen empacho en dejar un tiradero a su paso, y ensuciar las calles con migajas, envoltorios y otros artículos que no les sirven para comer.
Stanwell Park no es el único suburbio de Sidney que lidia con esta situación. Por el contrario, para el estudio se encuestaron a 1,322 personas en 478 pueblos en las cercanías. Para 2019, 44 áreas habían observado el comportamiento en sus propios patios. A pesar de que comportamientos similares se han documentado en otras especies —como los cuervos, por ejemplo, que aprenden a usar herramientas— este fenómeno es indicador de un aprendizaje social evolutivo.
Las cacatúas han tenido que adaptarse a las nuevas condiciones de su ecosistema. No sólo eso: han logrado transmitir sus conocimientos a otros ejemplares que viven ahí. Según los investigadores, no es una coincidencia que utilicen las mimas técnicas para abrir los contenedores y extraer lo que más les apetece. «Si no hubiera visto tantas aves luchando, no apreciaría lo difícil que es esta tarea» concluye Barbara Klump, ecóloga del comportamiento en el Instituto Max Planck de Comportamiento Animal en Alemania.
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