La actividad industrial y la urbanización son responsables de la convivencia forzada entre las serpientes venenosas y seres humanos.
Hay una larga tradición iconográfica que acusa a las serpientes como animales malvados y sombríos. Más allá de la creencia judeocristiana, el hecho es que la amplia diversidad de serpientes venenosas que existen en el plantea no son la causa de los males en el mundo. Por el contrario, contribuyen al equilibrio de sus hábitats naturales.
Dada la creciente urbanización de antiguas áreas forestales y selváticas, el contacto entre los seres humanos y estos reptiles se ha hecho más estrecho. Al año, hay cerca de 138 mil muertes a causa de mordeduras de estos reptiles en todo el mundo de acuerdo con la OMS, un número que supera el acumulado de animales domésticos como perros, sumados a los ataques letales de tiburones y leones.
A sangre fría
Los reptiles se caracterizan por ser animales de sangre fría. Esto quiere decir que modulan su temperatura corporal de maneras diferentes a los mamíferos. Aunque el término ha caído en desuso —y se sustituyó por animales poiquilotermos—, sirve para explicar que existen organismos que regulan su temperatura interior con base en las condiciones medioambientales.
Las serpientes pertenecen a esta categoría. En una situación de peligro, estos reptiles reaccionan con los recursos que tienen disponibles. Uno de los mecanismos de defensa de las serpientes venenosas es, como su misma clasificación lo indica, la ponzoña que tienen en los colmillos y mucosas bucales.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el envenenamiento por mordedura de serpiente es potencialmente mortal, dependiendo de la cantidad y agresividad de la sustancia inoculada. El estudio de toxicología, sin embargo, depende en gran medida de la recolección de los venenos de diversas especies.
A falta de información suficiente, según las cifras de la OMS, entre 1.8 y 2.7 millones de personas desarrollan una enfermedad clínica después de ser mordidos por serpientes venenosas cada año. La mortalidad ocurre más frecuentemente entre los jóvenes, niños y mujeres embarazadas, más aún por el acceso restringido a un tratamiento eficaz en ciertos países.
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Un contacto forzado a causa de la actividad humana
A razón de favorecer la agricultura y la expansión urbanística hacia las zonas rurales, las personas que trabajan en el campo o habitan cerca de regiones selváticas o desérticas son más vulnerables a la mordedura de serpientes venenosas. Más aún porque muchos campesinos en India, por ejemplo, caminan descalzos en su espacio de trabajo.
Se tiende a pensar que estos animales reaccionan así con un afán de lastimar a los seres humanos cuando, por el contrario, responden a un instinto natural de supervivencia al sentirse amenazadas. Como se trata de reptiles activos durante la noche, la narrativa sobre su carácter sombrío y letal se alimenta en los medios de comunicación.
A pesar de que estas características generalmente se les asignan culturalmente, no hay que olvidar que las serpientes venenosas son depredadores ágiles y certeros. Son capaces de mantenerse inmóviles y camuflarse en su hábitat natural para cazar a la presa que tienen en la mira. Se estima, por ejemplo, que la víbora de Russell es la responsable de más del 30 % de las mordeduras en Sri Lanka.
Aunque esto es cierto, la cercanía forzada entre las poblaciones humanas y las especies silvestres es consecuencia de la actividad industrial y la expansión urbana. Originalmente, estos animales ya estaban ahí, y son los seres humanos quienes invaden sus hábitats naturales. Las consecuencias de esta convivencia ya cobran facturas altas a nivel sanitario y ambiental.
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