En octubre de 2016, un ganadero del poblado de Centauros del Norte, en Calakmul, al extremo sur de México, aseguró haber encontrado dos crías de jaguar abandonadas en circunstancias desconocidas cerca de su potrero.
Deshidratadas y en mal estado tras dos días sin rastros de la madre, el par de ejemplares del felino más grande de América fueron puestas a disposición de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), quien a su vez, contactó a Jaguares en la Selva, una organización dedicada al rescate, reintroducción y liberación de jaguares al medio silvestre, para hacerse cargo de las crías.
Después de diversos esfuerzos enfocados en salvaguardar la vida de las dos jaguares, Celestún Petén y Nicté Ha –como fueron nombradas por el equipo– fueron trasladadas vía terrestre a las instalaciones del centro de conservación de Jaguares en la Selva en Oaxaca.
Con apenas un mes y una semana de nacidas, el reto de la fundación creada en 2015 era mayúsculo; sin embargo, empató perfectamente con el proyecto de liberación y reintroducción de jaguares que la organización había comenzado a desarrollar previamente:
Se trata de un programa pionero a nivel mundial, con metodologías especializadas basadas en el desarrollo de conductas naturales y asilvestramiento, con el fin de lograr la autosuficiencia de las jaguares y reunir las condiciones para su liberación, todo sin contacto físico ni visual con el ser humano, explica Víctor Rosas Cossío, presidente y fundador de la organización.
Jaguares en la Selva forma parte de la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar presidida por el Dr. Gerardo Ceballos, un grupo conformado por especialistas, investigadores y organizaciones que desarrollan iniciativas en torno a la especie y que sirvió como parteaguas para conocer más de las poblaciones, hábitats e individuos del jaguar mexicano.
Venerada por la mayoría de culturas antiguas con las que compartió territorio, la cosmovisión prehispánica dotó a esta especie de características sobrenaturales: igual fungió de intermediario entre el mundo de los vivos y el más allá, como de entidad creadora de vida y guardiana de las selvas.
Sin embargo, el jaguar (Panthera onca) hoy está catalogado en México como una especie en peligro de extinción, debido a la pérdida de más del 40 % de su territorio en el último siglo y la reducción de su población de 40 mil ejemplares, a sólo 4 mil 800 en vida libre en el mismo periodo.
El protocolo desarrollado por el equipo planteó cinco etapas: recepción y maternidad, destete, desarrollo, rehabilitación y finalmente, su liberación.
Durante la primera etapa, definida como la más crítica por Víctor Rosas, la organización creó un vientre de madre de jaguar con seis mamilas, la mitad con leche, que sirvieron para comenzar a estimular las conductas naturales de las crías y su competencia por el alimento.
Una vez que Celestún Petén y Nicté Ha crecieron, la siguiente etapa coincidió con el destete de las jaguares y el desarrollo de conductas a través de alimento. Las jaguares recibían presas muertas, primero abiertas y posteriormente cerradas, ubicadas estratégicamente en madrigueras que requerían de su participación para buscar el alimento y comerlo, un ejercicio que se hizo cada vez más complejo conforme fueron creciendo, todo esto sin contacto humano y de la forma más natural posible.
A los 4 meses y medio, Celestún Petén y Nicté Ha empezaron a cazar por sí mismas; sin embargo, la tercera etapa del proyecto de liberación requería de un recinto de casi una hectárea con dos estanques, madrigueras y taludes de montaña, que diera continuidad al desarrollo de los jaguares.
A pesar de que el apoyo gubernamental previamente pactado no llegó, la fundación puso en marcha un movimiento cultural y artístico: a partir de 18 réplicas del cráneo de un jaguar intervenidas por artistas mexicanos, Jaguares en la Selva logró reunir los fondos necesarios para continuar con el proyecto.
En la tercera etapa, las jaguares comenzaron a cazar presas más complejas propias de su ambiente natural y desarrollaron habilidades territoriales y de exploración en el hábitat, un avance que trajo consigo nuevos desafíos para los miembros del equipo, especialmente en el trabajo de documentar y monitorear la evolución de Celestún Petén y Nicté Ha.
Andrea Reyes, fundadora de Jaguares en la Selva y encargada del proceso de documentación visual del proyecto, explica cómo cambió la logística de monitoreo, a partir de que las jaguares comenzaron a hacer uso tridimensional del recinto y exhibir comportamientos territoriales. Ante la imposibilidad de continuar con el mecanismo anterior, en el que los biólogos y el resto del equipo vestían trajes ghillie para pasar desapercibidos y evitar a toda costa cualquier contacto con el ser humano, fue necesario migrar a un nuevo sistema.
Con el apoyo de IFAW (International Fund for Animal Welfare), la fundación se hizo de un sistema de monitoreo con 4 cámaras diferentes en el simulador de vida silvestre y collares de monitoreo para observarlas desde un centro de investigación, un complejo cuyas instalaciones, en palabras de Víctor Rosas, “sirven a perpetuidad para atender futuros casos de jaguares con viabilidad genética de liberación”.
El proyecto continuó tras intercambiar experiencias con otros programas de Honduras, Argentina y Brasil, donde si bien la reintroducción de individuos de jaguar rescatados ha ocurrido previamente, el caso de Celestún Petén y Nicté Ha resulta inédito por la temprana edad a la que fueron separadas de su madre.
Para las dos últimas etapas, era necesario crear un nuevo simulador de vida silvestre en la zona de liberación. El equipo realizó un estudio comparativo contemplando diez sitios idóneos para estas fases y después de un análisis, decidieron que Celestún Petén y Nicté Ha serían liberadas en el norte de la península de Yucatán, en la zona de Solferino, Quintana Roo.
Sin embargo, el proyecto volvió a enfrentarse al olvido gubernamental y la falta de recursos provocó un retraso en el programa. No fue hasta principios de 2020 cuando a raíz de una donación privada, comenzó la construcción del simulador de vida silvestre en Solferino.
Interesados en el trabajo comunitario, la organización desarrolló el proyecto final del simulador de vida silvestre y los cimientos de un centro científico en Quintana Roo. No obstante, la temporada de huracanes trajo consigo inundaciones históricas que detuvieron una vez más el avance en el proyecto.
No fue hasta que, con el apoyo de FONATUR y Tren Maya, Jaguares en la Selva impulsó el Programa GATO (Grupo de Atención Técnico Operativa, una iniciativa que nació en Oaxaca para tener una población genéticamente viable para el jaguar) que las obras continuaron, ahora como una medida de compensación y mitigación para las obras del Tren Maya en el sureste de México.
En noviembre de 2020, las jaguares fueron reubicadas en el último simulador de vida silvestre previo a su liberación después de un vuelo directo que las trasladó de Oaxaca a Quintana Roo. Esta etapa requería de un proceso de adaptación a la humedad, temperatura y otros factores climáticos, con condiciones cada vez más similares a la vida silvestre.
Tras una evaluación etológica, los especialistas confirmaron que las jaguares estaban aptas para volver a vida libre.
Finalmente, el pasado 11 de marzo a las 14 horas, Celestún Petén y Nicté Ha fueron liberadas. Las dos jaguares llevan consigo un collarín de GPS que permitirá mapear sus primeros pasos, antes de que se desprendan entre mayo y junio.
Para Jaguares en la Selva, el caso de éxito en el rescate, la reintroducción y liberación de las jaguares en el medio silvestre trae consigo un legado invaluable para México: además de las instalaciones, que hoy atienden a otro par de jaguares viables genéticamente para ser liberados que llegaron durante la pandemia, estos simuladores funcionarán para atender futuros casos de felinos neotropicales rescatados y otros grandes mamíferos.
No sólo eso. La iniciativa del programa GATO, cuya propuesta operativa y capacitación fue desarrollada por la fundación, será parte de las medidas de mitigación en la construcción del Tren Maya. Se trata de un modelo comunitario de centros de interpretación de la vida silvestre y educación ambiental, donde serán las propias comunidades quienes funjan como guardaselvas a partir de su sabiduría.
Desafortunadamente, la mayoría de individuos de jaguar rescatados no pueden reintroducirse a vida libre. La endogamia producto de su reproducción descontrolada en cautiverio produce individuos inviables genéticamente, de ahí que la introducción de un animal con enfermedades hereditarias, producto de niveles altos de consanguinidad, cause un daño ecológico a la especie.
“La mayoría de los jaguares que están en cautiverio y rescatados no tienen viabilidad genética porque provienen del comercio y la reproducción descontrolada. Son animales que reproducen en un lugar y los venden, o los reproducen entre hermanos, lo que provoca niveles altísimos de consanguinidad que causa enfermedades congénitas, estrabismo o soplos en el corazón”, explica Víctor Rosas.
No obstante, la fundación estudia cada individuo que llega a sus manos para determinar su nivel de endogamia y conocer si posee viabilidad genética para su liberación o bien, darle la mejor calidad de vida posible y aprender de ellos durante el resto de su vida.
“Cada vez que nos llega un jaguar, tomamos una muestra de pelo y la llevamos con la Dra. Cecilia Alfonso, directora del laboratorio de Genética Molecular en la Universidad de la Sierra Juárez, Oaxaca (UNSIJ). Ella hace el análisis del ADN y nos da información sobre el origen geográfico del genotipo del jaguar y sus niveles de endogamia y de consanguinidad, de modo que así podemos saber si tiene viabilidad genética o no”.
Jaguares en la Selva tiene identificados los genotipos de la especie en dos regiones de México: el Pacífico Sur y la Península de Yucatán. Actualmente, continúan analizando los genotipos que corresponden al Centro de México, la vertiente de la Sierra Madre Occidental y de la Oriental, pero requieren más muestras de Jaguares en vida libre para avanzar en su identificación.
Los estudios del ADN de Celestún Petén y Nicté Ha confirmaron su compatibilidad genética con la región de la Península de Yucatán donde fueron rescatadas, un indicador más que llevó al equipo a decidirse por esta región para su liberación.
Actualmente, Jaguares en la Selva también forma parte de un gran estudio con 80 muestras de jaguares en cautiverio para conocer cuáles tienen viabilidad genética de liberación.
Según Víctor Rosas, la fundación posee 5 jaguares que pertenecen a este programa de conservación del genotipo mexicano. De ellos, dos que fueron rescatados al inicio de la pandemia, tienen viabilidad genética y están llevando a cabo un proceso de asilvestramiento similar al de Celestún Petén y Nicté Ha, pionero en su tipo en todo el mundo.
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