A mediados de febrero, un evento oficial de liberación de axolotes al sur de la Ciudad de México provocó indignación entre biólogos y conservacionistas. Aunque el “Ajolotón” tenía como fin impulsar la preservación y reproducción de la especie, considerada en peligro crítico de extinción según la Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza (UICN), especialistas del Laboratorio de Restauración Ecológica del Instituto de Biología de la UNAM coinciden en que las probabilidades de sobrevivir de los 200 ejemplares son nulas.
El axolote (Ambystoma mexicanum) es un anfibio microendémico de la familia de las salamandras, cuyo hábitat se limita al complejo lacustre de Xochimilco, al sur de la Ciudad de México. Desde hace algunas décadas, la especie es objeto de investigación científica gracias a una característica única llamada neotenia, que consiste en su capacidad de reproducirse y alcanzar la madurez sexual sin perder las características físicas y morfológicas que mantenían en su estado larvario.
Según el Laboratorio de Restauración Ecológica del Instituto de Biología (IB) de la UNAM, resulta imposible garantizar la supervivencia de los axolotes liberados recientemente debido a que tanto los canales como el humedal de Xochimilco se recargan de agua tratada, una condición que provoca mala calidad del agua y compromete su supervivencia.
A la contaminación de los canales se suma la presencia de tilapias y carpas, un par de especies invasoras introducidas por el gobierno a mediados de la década de los 70 so pretexto de aumentar la oferta alimentaria en la región, cuya presencia no solo erosiona las chinampas, también ha contribuido a la desaparición del axolote.
Durante el Ajolotón, decenas de individuos fueron colocados sobre el pasto y posteriormente tomados con las manos sin protección alguna para ser ‘liberados’ en uno de los canales de Cuemanco, un sitio donde la propia degradación ambiental del último siglo está orillando a la extinción a la especie.
La manipulación de los axolotes sin protección también es un factor de riesgo: el Laboratorio de Restauración Ecológica explica que tratándose de una especie con alta sensibilidad al estrés y al ambiente, el riesgo de que contraigan una infección tras ser manipulados es alto.
Además, a diferencia de otras salamandras y anfibios, el axolote no abandona el medio acuático tras alcanzar su madurez. En su lugar, la especie pasa toda su vida sumergida, de modo que sacarlos del agua significa una situación de estrés que reduce aún más sus probabilidades de sobrevivir.
Si a los factores anteriores se suma la falta de planificación, de un programa de monitoreo y el hecho de que los ejemplares que crecieron en cautiverio fueron puestos en libertad en un medio que resulta hostil para su supervivencia sin resolver las amenazas que aquejan a la especie, el Laboratorio concluye que la liberación no resulta sana ni para el animal, ni para el ecosistema.
A finales de la década de los 90, un primer censo estimaba una población de 6,000 axolotes por kilómetro cuadrado en Xochimilco. Para el año 2000, el número descendió hasta 100 y en 2014, se consideraba que existían menos de 37 axolotes por kilómetro cuadrado en su hábitat natural.
Según el Manual básico para el cuidado en cautiverio del axolote del IB de la UNAM, “la reintroducción de axolotes que han sido criados en cautiverio no se recomienda hasta que las amenazas (como crecimiento urbano, ganadería, uso de agroquímicos, fragmentación del hábitat, control de especies introducidas, posibles enfermedades, riesgos genéticos, entre otras) puedan ser mitigadas o evaluadas dependiendo del caso. Es claro que la liberación de axolotes en los canales de Xochimilco u otros cuerpos de agua no es una opción sana para el animal, ni para el ecosistema».
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