El animal volador más grande del que se tiene registro vivió hace 70 millones de años: se trataba de un pterosaurio de más de cuatro metros de altura y una envergadura de hasta 13 metros que cazaba y levantaba el vuelo de forma similar a una garza.
En diciembre de 2021, un conjunto de investigaciones revelaron detalles inéditos sobre el Quetzalcoatlus y ofrecieron la primera imagen realista de cómo lucía el depredador aéreo durante el Cretácico superior.
En octubre de 2021, el hallazgo del fémur de un Caudipterix (un dinosaurio carnívoro del tamaño de un pavorreal) en el noreste de China reveló una posibilidad hasta ahora inédita: gracias a su alto nivel de conservación, los restos del individuo que vivió en el Cretácico podrían arrojar las primeras muestras de ADN de dinosaurio de la historia.
Un equipo integrado por la Academia China de Ciencias y el Museo de la Naturaleza de Tianyu exploró los restos del fémur derecho del ejemplar y tras distintas pruebas, descubrieron que algunas de sus células habían sido mineralizadas por silicificación, lo que permitió su «excelente conservación» al cabo de milenios. Sin embargo, aún es pronto para saber si fue posible obtener muestras del código genético a partir de las muestras recolectadas.
En 2021, la pugna por convertirse en el dinosaurio más grande que pisó la Tierra dio un nuevo giro: A principios de noviembre, el Dr. Brian Curtice, paleontólogo del Museo de Historia Natural de Arizona, presentó las conclusiones de una investigación en la conferencia anual de la Sociedad de Paleontología de Vertebrados a propósito del saurópodo más grande del mundo, el Supersaurus.
El Dr. Curtice corrigió una confusión histórica sobre los restos del saurópodo y a partir de las nuevas mediciones, sugiere que los 39 metros de largo hacen del Supersaurus el animal más grande que jamás ha caminado sobre la Tierra.
Unos días antes de terminar 2021, un equipo multidisciplinario reveló detalles sobre uno de los fósiles del embrión de dinosaurio mejor conservado jamás descubierto:
Se trata de un ovirraptorosaurio, un grupo de dinosaurios con plumas y picos similares a los de las aves modernas, que habitaron la Tierra entre 130 y 66 millones de años atrás.
El huevo terminó enterrado antes de eclosionar y revela una postura inédita en embriones de dinosaurios no voladores, además de una serie de características que se suman a la creciente evidencia de que las aves modernas son descendientes directos de los terópodos que vivieron hace más de 66 millones de años.
En junio de 2021, el descubrimiento de los restos fósiles de al menos 7 especies distintas de dinosaurios en Prince Creek, al norte de Alaska, no sólo confirmó la capacidad de adaptación de los dinosaurios para sobrevivir a las condiciones del Ártico, sino que probablemente diferentes especies compartían el cuidado de sus crías, al menos en estas latitudes.
Los huevos sin eclosionar de tiranosaurios, ceratopsianos con cabeza de cresta y hadrosaurios con pico de pato, además de diminutos dientes de dinosaurios recién nacidos, sugieren que todos pudieron haber estado al cuidado de una “madre atenta” mientras compartían el mismo espacio.
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