Es común que, para investigaciones psicológicas, se someta a niños pequeños a una prueba sencilla: se les da a escoger entre comerse un malvavisco inmediatamente u obtener dos si logran esperar el tiempo suficiente. Los cefalópodos tienen un razonamiento similar, según un nuevo estudio.
La prueba del malvavisco se condujo por primera vez en Standford durante la década de los 60, bajo el liderazgo del psicólogo austriaco Walter Mischel. El propósito era probar el autocontrol de los niños pequeños, de manera que recibieran una recompensa más grande si logran reservarse y no recibir la primera gratificación que se les presentara.
El procedimiento era el siguiente: se colocaba a un niño en un cuarto con un malvavisco. se le decía que, si aguantaba 15 minutos sin comerse el dulce, podría recibir dos malvaviscos en lugar de uno. Recientemente, un equipo de biólogos aplicó el mismo principio a cefalópodos, bajo la premisa de que son los animales invertebrados con sistemas neurológicos más complejos.
Los científicos a cargo del estudio se dieron cuenta de que las sepias analizadas —una especie pequeña de cefalópodos— presentaron los mismos comportamientos que los niños. Esto reveló su capacidad de planificación, que revela capacidades cognitivas complejas: en lugar de recibir una gratificación inmediata, se espera una recompensa más grande en el futuro inmediato.
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No es la primera vez que se aplica este estudio a otras especies no-humanas. Ya se había probado con primates y con perros, entrenándolos a esperar una recompensa mayor si lograban esperar. En el caso de las sepias, se realizó con carne de cangrejo. Si lograban abstenerse de desayunar, aprendieron que con la cena vendría algo más llamativo: camarones.
La investigación fue dirigida por la ecóloga conductual Alexandra Schnell, de la Universidad de Cambridge. Sin embargo, ha causado controversia porque no se sabe con certeza si el comportamiento de las sepias corresponde a una falta de alimento o realmente a una decisión regida por el autocontrol.
Los investigadores se percataron de que todas las sepias analizadas decidieron esperar su comida preferida (los camarones vivos), pero no se molestaron en hacerlo en el grupo de control, donde no pudieron acceder a ella, según señaló Schnell:
«Las sepias en el presente estudio pudieron esperar la mejor recompensa y toleraron retrasos de hasta 50-130 segundos, lo que es comparable a lo que vemos en vertebrados de cerebro grande como chimpancés, cuervos y loros».
El estudio sugiere que las sepias sí son capaces de autorregularse, pero no queda claro porqué. Una de las conclusiones a las que llegaron los investigadores está ligada a que tiene que ver con la manera en que las sepias buscan su alimento. Sin embargo, se requieren más investigaciones para llegar a observaciones más concluyentes.
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