Los cocodrilos son cazadores perezosos, dicen los biólogos. Por ello, una especie no nativa de cerdos en Australia es presa fácil para su apetito voraz.
Los cerdos salvajes de Australia saben que corren un riesgo al cruzar de un lado al otro de los ríos. Por debajo de la superficie, es probable que se encuentren con el ataque vertiginoso de uno de los depredadores más grandes del país: los cocodrilos.
Sólo en el norte de Australia, documenta la BBC, se tiene registro de unos 300 mil cocodrilos de diferentes especies. Distribuidos entre los cuerpos de de agua salada y dulce, los reptiles dominan gran parte del territorio. A diferencia de lo que podría creerse, sin embargo, estos reptiles son cazadores ‘flojos’, como los describe Mariana Campbell, investigadora de la Universidad Charles Darwin:
“Los cocodrilos comen lo que sea más fácil y los jabalíes tienen el tamaño perfecto”, explica a The New York Times la especialista, que estudia los cocodrilos de agua salada en el norte del país. “Son cazadores bastante perezosos. Si eres un cocodrilo, ¿qué es más fácil? ¿Te quedas cerca del banco y esperas unas horas por un cerdo? ¿O vas a cazar un tiburón, un animal que puede nadar cinco veces más rápido que tú?”
Los jabalíes y otros mamíferos medianos corren la misma suerte. Con casi 70 kilos de peso —así como otras de sus presas predilectas—, podrían ser la comida más cuantiosa del día para un cocodrilo adulto. Los investigadores no pueden estar más felices por esta relación: hasta hace unas décadas, los cerdos salvajes en Australia eran la especie invasora más destructiva de los bosques.
Sin un depredador natural que frenara su avance por el territorio, acababan con las especies de plantas que otras especies nativas necesitaban para alimentarse. Así, también, desequilibraron estos ecosistemas por una reacción en cadena. Ahora, parece que se encontraron con un rival digno de su capacidad destructiva.
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Por debajo del agua
“Un cerdo que baja a la orilla del agua es como tocar la campana de la cena”, asegura Frank Mazzotti, un experto en cocodrilos y caimanes de la Universidad de Florida. Aunque, a primera vista, podría parecer insensible, los biólogos celebran que los cerdos salvajes en Australia tengan un regulador natural.
Habría que tomar en cuenta que la especie fue introducida artificialmente en el siglo XVIII. Con la colonización del territorio, una diversidad amplia de animales se introdujeron a ecosistemas que originalmente no les correspondían. Algunos de ellos fueron los jabalíes y los puercos, que se adaptaron muy bien a las condiciones climáticas del sur. Tal vez demasiado bien, piensan los conservacionistas locales.
Más que nada, porque los bosques australianos fueron el escenario perfecto para que estas especies invasoras se reprodujeran libremente.
Después de años de mantener el control de los cerdos salvajes (o siquiera intentarlo), parece ser que la naturaleza les está poniendo un alto. Anthony Ham, reportero medioambiental del NYT, describe el fenómeno como reescribir «la complicada historia de lo que sucede cuando las especies no nativas se apoderan de un ecosistema».
Paralelamente, con este nuevo festín cerca de los ríos, los cocodrilos más grandes del mundo están recuperándose después de estar al borde de la extinción. Antes cazados por deporte, hoy están protegidos por la ley ecologista australiana —y cuentan con un menú más amplio para colmarse el estómago.
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