Los átomos de zinc presentes en los dientes de hormiga los hacen una herramienta perfecta para atravesar la piel.
La mayor parte de las hormigas no alcanzan a medir, ni siquiera, un centímetro. Sin embargo, todas comparten una misma característica: mandíbulas poderosas reforzadas con átomos de zinc. De esta manera, el metal les permite tener una dentadura afiladas que, según investigadores de la Universidad de Oregon, son capaces de perforar la piel humana como cuchillos minúsculos.
Un recubrimiento metálico
Los investigadores de la Universidad de Oregon, en Estados Unidos, tenían el antecedente de que algunos insectos cuentan con átomos de zinc y manganeso en las mandíbulas. De esta manera, su mordida se vuelve exponencialmente más dura. Esta estructura, sin embargo, nunca se había documentado en los dientes de hormiga. Este estudio, publicado en Nature recientemente, muestra que estos bordes afilados y duros también están presentes en esta especie.
Para ello, Robert Schofield, físico de la Universidad de Oregon, y sus colegas emplearon un microscopio «para examinar los ‘dientes’ afilados que recubren las mandíbulas de las hormigas» conocidas como Atta cephalotes, según la cobertura de Science News. Con estas herramientas, los científicos cayeron en la cuenta de que los átomos de estos minerales están distribuidos de manera homogénea.
Esto les llamó la atención, ya que en otros insectos, los átomos se acomodan en ciertos espacios de la mandíbula. En los dientes de hormiga, sin embargo, aparentemente no es el caso. Este ‘recubrimiento metálico’ les permite una mordida poderosa, que puede perforar superficies densas fácilmente, a pesar del tamaño reducido de sus cuerpos.
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Mecanismos de defensa promovidos por la evolución
La uniformidad del arreglo de los átomos en los dientes de hormiga les permite perforar hojas, trozos de comida más grandes que ellas mismas y defenderse de sus agresores. Los metales se encuentran, según Schofield, en «el filo de la herramienta», haciendo referencia a las puntas de las mandíbulas.
En un entorno controlado de laboratorio, también se probó con otros ‘biometales’ en especies diferentes de arácnidos. Entre ellos, en los colmillos de arañas, aguijones de escorpiones y mandíbulas de algunos gusanos marinos. Schofield asegura que los beneficios se presentaron de manera inmediata: «el tipo de propiedades que desea en un cuchillo o aguja», enfatizó el experto.
Esto es así porque los átomos de estos metales les permite perforar y cortar usando solamente un 60 % de la fuerza que tienen en los músculos que rodean a sus mandíbulas. Además, les provee de una precisión aguda, que de otra manera no tendrían en la boca. De esta forma, las hormigas pueden comer y procesar alimentos a los que, de otra manera, no tendrían acceso por su tamaño y complexión.
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