Los sonares de pruebas militares causan problemas de audición y varamientos en ballenas, delfines y otros mamíferos marinos.
Desde hace un par de décadas, los estudios que evidencian el daño que provoca el ruido de embarcaciones de distintos tamaños y sistemas de sonares en ballenas, delfines y otros mamíferos marinos se han multiplicado.
Adaptadas para comunicarse a través del sonido, las ballenas poseen un sofisticado sistema de audición que les permite orientarse espacialmente a través de la ecolocalización, además de ubicar objetos, seres vivos y otros individuos de su especie a su alrededor tras recibir un rebote de la onda de sonido con información.
Habituados a un mínimo de ruido en el fondo marino, desde hace al menos un siglo las ballenas y otros animales enfrentan sonidos cada vez más intensos provocados por barcos, submarinos y toda clase de embarcaciones que pueden interferir en sus comunicaciones y provocar estragos en su salud que en los casos más graves, las conducen a la muerte.
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A finales de enero de 2022, Malcolm Noonan, Ministro de Patrimonio del gobierno irlandés, externó la preocupación de su país por los ensayos de la marina rusa programados para febrero a realizarse en el Atlántico Norte, a unos 240 kilómetros de la costa suroeste de Irlanda. Noonan explicó que el el uso de sonares militares que envían ondas de sonido para detectar posibles submarinos sumergidos pueden provocar lesiones permanentes o letales en la fauna marina.
Un mes más tarde, un informe de The Irish Times revela que la aparición de distintos ejemplares de ballenas muertas en playas de los condados de Donegal, Kerry y Galway, en la costa oeste de Irlanda, parece haber confirmado las preocupaciones iniciales.
A los dos primeros cachalotes hembras que aparecieron en Donegal, se suma la aparición de una ballena piloto sin vida en Galway, seguida de un zífido en las costas de Kerry. Y aunque las fuertes tormentas de las últimas semanas pudieron haber influido, la relación entre maniobras que conllevan el uso de sonares militares y el varamiento de ballenas en la región días después.
En septiembre de 2002, al menos quince zífidos quedaron varados (tres de ellos aún con vida) en las costas de Canarias después de que el gobierno español realizara una serie de maniobras militares con sonares antisubmarinos.
Desde entonces, la Universidad de Las Palmas puso en marcha un estudio que demostró por primera vez la relación entre el uso de sonares y el varamiento de ballenas en la región y dos años después, el gobierno español puso en marcha una normativa pionera a nivel mundial, que desde entonces prohibe los sonares en el área; sin embargo, la iniciativa no ha tenido el eco suficiente a nivel mundial para replicarse en otras latitudes como el Atlántico Norte, donde se llevan a cabo maniobras navales como las de Rusia en febrero de 2022.
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