Hambrientos, desempleados y en condiciones precarias, los elefantes de Tailandia padecen las consecuencias de la peor crisis económica del país.
Los modelos de turismo implementados en ciertos países asiáticos se valen de la mano de obra animal para funcionar. Tal es el caso de los elefantes de Tailandia, que sirven desde hace décadas como diversión para visitantes de diferentes partes del mundo. Después de una selfie o un video mostrando la interacción con el paquidermo, el interés de la persona se termina. Al anochecer, ellos regresan a sus celdas para esperar otra jornada de trabajo más, que parece no terminar cuando el sol se esconde.
Recientemente, Natasha Daly emprendió un viaje para averiguar qué pasa con estos animales mientras el país se sume en una de las peores crisis económicas que ha visto en años. Como corresponsal de la relación entre la vida silvestre y la cultura para National Geographic, pasó un tiempo en Kanchanaburi, donde muchos de estos ejemplares habitan. Si algo descubrió, fue que tienen hambre —mucha hambre.
Una crisis alimentaria para los elefantes de Tailandia
Incapaces de mantener los costos de alimentar a 11 elefantes, las empresas locales dedicadas a su explotación turística están pensando en venderlos. Especialmente los zoológicos, que viven de los boletos y paseos en elefante que los turistas pagan casi a cualquier precio. A raíz de la crisis sanitaria global por COVID-19, el panorama es muy diferente: aunque los animales siguen en sus celdas, los pasillos de la institución están vacíos.
Se estima que el valor por cabeza es de 96 mil dólares. El zoológico local de Kanchanaburi publicó desde su página oficial en Facebook un anuncio penoso: «en este punto, para cerrar las heridas de COVID, tenemos que venderlos [a los elefantes]». Esta historia se repite en otros centros de conservación dedicados a la especie.
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En todo el país, viven alrededor de 3 mil 800 ejemplares en cautiverio. Entre campamentos, zoológicos y santuarios, los elefantes son alquilados a propietarios individuales que ya no pueden pagar su manutención. La lucha por alimentarlos, cuidarlos y darles un estado de bienestar aceptable se ha hecho mucho más cruda en los últimos meses, por la falta notable de visitantes que ha sufrido Tailandia.
Preocupado por el estado deplorable de los elefantes en Tailandia, el fundador y director de Wildlife Friends Foundation Thailand, Edwin Weik, ha intentado rescatar a los ejemplares que ha podido. Hasta hoy, suma 29 en su acervo para el santuario que administra:
«Es casi imposible administrar el lugar de manera sostenible», se sincera Wiek. “Cada vez que llega una donación, estamos celebrando. Por cada mil dólares, estamos un día más a flote».
En este espacio no sólo viven elefantes. Alrededor de 850 animales han sido rescatados, y residen ahí apoyándose en la beneficencia de los donadores privados. Entre ellos, figuran seis elefantes desplazados del sur del país, donde la situación se ha hecho todavía más delicada por la caída en el turismo nacional.
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¿Quién compra elefantes en el ocaso de la pandemia?
En promedio, un paseo en elefante puede costar entre 20 y 150 dólares. Sin este ingreso, el alimento y las condiciones de vida de los ejemplares que dependen de sus cuidadores flaquea. “Cuando voy a estos campamentos que están temporalmente cerrados y miro el estado físico y mental [de los elefantes], casi siento que algunos estarían mejor muertos”, sentencia Weik.
Esto es así porque los animales tienen hambre. Sin la demanda de experiencias «naturistas» que sustentan el turismo en Tailandia, los animales cuentan con pocos recursos para llevarse un bocado. Además, Weik duda sobre la capacidad adquisitiva —y el interés— de los posibles compradores de elefantes que se han presentado a las instalaciones de los zoológicos locales. ¿Quién querría comprar elefantes en medio de la pandemia?, se cuestiona.
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Aunque el gobierno tailandés tiene planes de abrir la región sur por completo en julio, todavía existe mucha incertidumbre. La estrategia es ambiciosa, y el turismo hacia Asia no tiene buenos pronósticos hacia el final de 2021, según reporta Natasha Daly. Más aún: Tailandia está registrando 4 mil contagios diarios por COVID-19, lo que compromete la infraestructura pública y el atractivo turístico del país.
A la par, como consecuencia de los apoyos mínimos que han recibido los campamentos de elefantes en Tailandia, los ejemplares están muriendo de hambre.“ La situación de los elefantes es crítica”, dice Lek Saengduean Chailert, propietario del Elephant Nature Park, un conocido santuario en Chiang Mai que alberga a 103 ejemplares. Hoy en día, la situación no sólo se trata de explotación laboral para la especie, sino de desempleo, hambruna y malas condiciones de vida.
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