Durante décadas, los paleontólogos se han cuestionado cómo es que los dinosaurios más pesados de la Prehistoria podían flotar sobre el agua. Más aún aquellos que dependían de los entornos acuáticos para sobrevivir. Entre la caza, la temporada de apareamiento y el día a día, el hecho de que muchos esqueletos prehistóricos fueran tan pesados sencillamente no cuadraba.
A pesar de que no existía una relación entre la densidad de los huesos de los dinosaurios y sus habilidades excepcionales de nado, un equipo de científicos de la Universidad de Maryland sugiere una respuesta contundente. Se abordó el caso de los espinosaurios, las bestias antiguas que dominaron los mares durante el Cretácico. Esto fue lo que encontraron.
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Aunque parezca contraintuitivo, los espinosaurios podían nadar tan bien gracias a que sus huesos eran tremendamente densos. Esto les permitía sumergirse hasta las profundidades de los mares, pero también, flotar tranquilamente sobre la superficie para cazar. Estos descubrimientos se realizaron a partir de los restos fósiles de varias especies de espinosaurios.
Esta teoría se trasladó a otras especies prehistóricas, como ballenas de dimensiones considerables y otros macrodepredadores de aquel pasado remoto. A la condición de huesos densos para nada mejor se le denomina ‘osteosclerosis’. Así lo explica el paleontólogo Thomas Holtz, Jr., de la Universidad de Maryland:
«Con base en una amplia selección de animales modernos y fósiles, presentan un caso sólido de que la osteosclerosis es un rasgo de los animales que pasan una buena cantidad de tiempo sumergidos», dice Holtz, quien no estuvo involucrado en el estudio.
Según el equipo de científicos de Estados Unidos, lo más probable es que esta capacidad se haya heredado hasta los depredadores acuáticos contemporáneos. El mejor ejemplo son los cocodrilos, que se ‘pavonean’ suavemente sobre la superficie de los lagos y ríos. Este comportamiento viene de millones de años atrás, con aquella estructura ósea compartida entre los depredadores acuáticos antiguos.
La osteosclerosis no fue el único descubrimiento que se realizó en el estudio. Por el contrario, a partir del análisis de los fósiles de varias especies acuáticas antiguas, se descubrió que los espinosaurios también podían emerger de las olas para caminar sobre la tierra. Además de ser animales robustos, tenían articulaciones que fácilmente podían adaptarse para andar en tierra firme.
Riley Black, corresponsal de ciencia para Smithsonian Magazine, explica el fenómeno como sigue:
«Este dinosaurio ‘imitador de cocodrilo’ se sentía más cómodo pavoneándose en la tierra que haciendo la paleta del perro dino», escribe la autora.
La riqueza de información encontrada sobre los espinosaurios alza una serie de dudas que no se tenían contempladas todavía. Especialmente, explican los autores en el artículo publicado en Nature, sobre el estilo de vida de éste y otros dinosaurios acuáticos, que aparentemente eran ‘todo terreno’. La densidad de sus huesos parece ser sólo la punta del iceberg.
La más significativa de ellas gira en torno a si estos depredadores acuáticos —así como sus contemporáneos— evolucionaron del agua a la tierra o viceversa. Los paleontólogos de Maryland todavía no tienen una respuesta a cómo se acomodó evocativamente este proceso. “Cuanto más aprendemos sobre los espinosaurios”, concluye Holtz, “más desconcertantes se vuelven”.
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