¿Y si nuestras habilidades musicales son parte de un legado evolutivo que compartimos con los lémures?
El indri (Indri indri) es el lémur más grande de Madagascar, de donde son endémicos. A diferencia de otras especies de la familia, un adulto puede alcanzar hasta 68 centímetros de largo y pesar 10 kilos, con piernas largas y una cola corta que le permiten desplazarse entre los árboles con facilidad.
Sin embargo, al margen de su apariencia, los indri son fácilmente reconocibles por sus vocalizaciones agudas que varían de grupo en grupo y comúnmente se realizan en dueto o bien, en familia, provocando coros armonizados.
De ahí que también sean conocidos como ‘primates cantores’ y aunque sus voces forman parte de los sonidos habituales en la selva tropical y los saberes ancestrales de la isla, un estudio pionero acaba de descubrir que poseen habilidades musicales que se creían únicas en los humanos.
Un árbol evolutivo de rasgos musicales
Según Andrea Ravignani, del Instituto Max Planck de Psicolingüística y coautor del estudio que se dedica a investigar las bases biológicas del ritmo y la producción de sonidos, el interés en comprender cómo evolucionó la musicalidad no se limita a nuestra especie.
A lo largo de doce años, Investigadores de la Universidad de Turín se internaron en la selva tropical de Madagascar con el objetivo de grabar el canto de 20 grupos distintos de indris en su hábitat natural. Después de analizar sus vocalizaciones, el equipo descubrió que a pesar de las diferencias en el tempo entre el canto de machos y hembras, todos poseían el mismo ritmo.
No sólo eso. Las grabaciones demostraron la primera prueba de un ritmo universal en un mamífero no humano: mientras algunas vocalizaciones poseían un ritmo de 1:1 con intervalos de duración idéntica, otras tenían un ritmo de 1:2, ambos considerados comunes en los ritmos elaborados por nuestra especie e incluidos en canciones fácilmente reconocibles, independientemente de su velocidad.
“¿Por qué otro primate iba a producir ritmos categóricos «similares a la música»? La capacidad puede haber evolucionado de forma independiente entre las especies cantantes, ya que el último ancestro común entre los humanos y el indri vivió hace 77,5 millones de años”, explica Chiara de Gregorio, autora principal del estudio a propósito de la hipótesis de que esta habilidad rítmica sea parte de un legado evolutivo que compartimos con los indris.
Además de la comunicación, el ritmo puede haber surgido como un elemento clave para “facilitar la producción y el procesamiento de las canciones, o incluso su aprendizaje”. De ahí que la búsqueda de rasgos musicales en otras especies sea un pilar para, en palabras de Ravignani, construir un ‘árbol evolutivo’ de rasgos musicales, que nos ayude a entender cómo se originaron y evolucionaron las capacidades rítmicas en los humanos.
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