Es común que cuando pensamos en monos araña (también llamados monos muriquíes del norte), nos imaginemos criaturas peludas balanceándose en la cima de los árboles; saltando de un lado a otro y tomando alimento de las ramas. A pesar de que esta especie solía pasar toda su vida en las alturas, un alarmante cambio se ha registrado durante las últimas décadas: los monos están bajando para hacer sus vidas en el suelo.
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Contrario a lo que podría parecer, la pérdida de depredadores de la especie ha propiciado su movimiento hacia la tierra. No sólo ya no corren peligro, sino que ven innecesario trepar los árboles que los rodean. Quienes antes pasaban alrededor de 0.05 de su vida en los suelos, ahora pasan 20 veces más tiempo lejos de las alturas. El cambio es alarmante debido a que el fenómeno ha incrementado los últimos cuarenta años, cuando cambios evolutivos de esta magnitud podrían tomar siglos.
“El cambio actual está sucediendo a una velocidad supersónica, de siete millones de años al ritmo actual hay un abismo,” declara Salvador Moyà, investigador ICREA en el Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont
Las nuevas prácticas de esta especie no se deben exclusivamente a que es menos cazada. Los cambios, que según algunos expertos podrían estarse pasando generación tras generación, también se deben a que cada vez los árboles están más espaciados, haciendo necesario bajar de las cimas para poder trasladarse a un árbol distinto. La pérdida de densidad forestal es uno de los claros efectos de la tala desmedida en hábitats naturales.
Asimismo, para estos primates arborícolas es cada vez más difícil encontrar comida en las partes altas de su ecosistema, por lo que bajan a la tierra en busca de algo que pueda satisfacer su apetito. Mientras que antes su dieta se conformaba únicamente de las hojas y los tallos más tiernos, ahora buscan en la tierra insectos e incluso toman vegetales de los cultivos humanos que hay en sus alrededores. De acuerdo con los expertos en el tema, los efectos de este cambio podrían ser devastadores.
“Hay dos posibilidades, que se adapten a un modo de vida más terrestre o que simplemente se extingan. Lo más probable es que, al ser un cambio tan instantáneo, acabe en un evento catastrófico,” explica Moyà.
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