La clave está en los dientes de tiburones que han quedado sepultados entre los mares de la Península Antártica. A partir de estos restos fosilizados, un equipo de paleontólogos han logrado rastrear detalles de la historia natural del planeta, que ha quedado impresa sobre estos fragmentos óseos. Hace decenas de millones de años, la prosperidad en los ecosistemas marinos se vivía de formas muy distintas a como las conocemos en la actualidad.
Durante el periodo Cretácico, los tiburones tigre cazaban libremente en los mares del norte. La diversidad de especies y las condiciones climáticas favorecieron el florecimiento de diversas especies de depredadores, con dietas amplias y estilos de vida holgados. Después de milenios de historia natural, este registro quedó impreso en los dientes de los tiburones prehistóricos, de acuerdo a una investigación reciente.
Diversas teorías sobre el cambio climático en la Tierra parten de la Antártida. La evidencia geológica de aquel pasado remoto siempre hace referencia a los polos del planeta, ya que diversas placas tectónicas confluyen alrededor de esta zona. Evidencia de ello es que las corrientes oceánicas llegan ahí, y quedan atrapadas entre las aguas frías del Océano Austral. Es así como se mantiene congelada hasta nuestros días.
Sora Kim, paleoecóloga de la Universidad de California, asegura que estos restos fósiles han sido la clave para resolver el mosaico climático ancestral de nuestro planeta. En su artículo para The Conversation, la experta escribe que el cambio de clima hacia condiciones más frías puede rastrearse en la dentadura de estos depredadores.
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Aunque la especie está extinta, los dientes de tiburones tigre representan hoy en día un acervo de información prehistórica invaluable para los paleoecólogos. La química conservada en estos fragmentos de hueso revela el momento preciso en el que el Pasaje de Drake se abrió, hace 50 de millones de años. Todo está en el oxígeno capturado en ellos.
Los dientes de estos tiburones sobresalen de su amplia mandíbula. Esta morfología les permitía atrapar a sus presas con mayor facilidad. Los esmaltes que los recubrían revean presencias de compuestos químicos prehistóricos con cantidades de oxígeno diferentes. La concentración de átomos de este elemento permite determinar la temperatura y la salinidad del agua durante la vida del animal.
Con esto, los científicos han podido descifrar cuándo se empezaron a hacer más frías las aguas. Con individuos de diferentes edades, se logró obtener información de hace 45 y 37 millones de años atrás. Algunos de los resultados más sorprendentes fueron que, en aquel pasado remoto, los polos eran más cálidos de lo que son hoy en día.
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