Después de desaparecer durante veinte años del río Teuchitlán, el pequeño picote tequila vuelve a nadar en libertad gracias a los esfuerzos de científicos y pobladores.
Hace más de veinte años, el río Teuchitlán que corre a través del pueblo homónimo en Jalisco, al oeste de México, era conocido por su habitante característico: el picote tequila (zoogoneticus tequila), un pez de apenas ocho centímetros de largo llamado ‘gallito’ por los pobladores, debido al tono anaranjado de su cola.
El picote tequila habita aguas poco profundas y al margen de su cola, no posee ninguna característica particular. No obstante, se trata de una especie endémica cuyo hábitat se reduce al río Teuchitlán que contribuye al equilibrio ecológico del frágil ecosistema:
Como el resto de peces de su familia, los gallitos son un depredador natural de larvas y pupas de mosquitos. Su presencia contribuye a mantener a raya las poblaciones de mosquitos y por lo tanto, disminuir los casos de dengue y otras enfermedades de las que son vectores.
Y aunque el picote dejó de verse desde finales del siglo XX y se consideró extinto durante al menos dos décadas debido a la contaminación y la actividad humana en el río, el trabajo conjunto entre científicos y pobladores logró su reintroducción exitosa en su hábitat natural a partir de los individuos conservados en cautividad.
Una reintroducción exitosa
En 1998, un equipo del Zoológico de Chester, Inglaterra puso en marcha un laboratorio de conservación de peces mexicanos y trajo consigo cinco parejas de picote tequila que habían sido criados en cautiverio por coleccionistas.
Desde entonces, la Universidad Michoacana se encargó de dar vida a un proyecto con las condiciones ideales para aumentar la población, con el fin de alcanzar un hito en la conservación de especies de peces en México: la reintroducción exitosa a su hábitat natural.
Durante los primeros años del proyecto, el número de picotes tequila aumentó gracias a su rápida reproducción en acuarios; sin embargo, el proceso para iniciar con las primeras pruebas que simularan el hábitat natural de la especie apenas se estaba gestando.
En 2012, el equipo encabezado por Omar Domínguez, investigador de la Unidad de Biología Acuática en la Universidad Michoacana, creó un estanque artificial con el fin de liberar a 80 parejas y evaluar las condiciones para su reintroducción.
Después de años de arduos esfuerzos de educación ambiental y divulgación para lograr el interés público y de la comunidad, el trabajo del equipo de biólogos de la Universidad Michoacana rindió frutos:
En 2017, la población alcanzó unos 10,000 individuos y el proyecto la madurez suficiente para dar el siguiente paso, esta vez impulsado por fondos internacionales: después de analizar a fondo las condiciones del río, los peces fueron introducidos en jaulas flotantes y posteriormente puestos en libertad, no sin antes ser marcados para mantener un monitoreo sobre la incipiente población en condiciones reales.
A finales de 2021, el equipo descubrió que los peces no sólo habían logrado adaptarse a la vida silvestre: también que cada vez más individuos se expandían a otras zonas del río que habían abandonado por la presencia de ganado y especies invasoras introducidas artificialmente.
“Después de años de arduo trabajo por parte de nuestros compañeros en la Universidad Michoacana de México, la población silvestre, afortunadamente, está prosperando: se reproducen naturalmente a un ritmo tremendo. Esto demuestra en gran medida que los animales pueden readaptarse a la naturaleza cuando se reintroducen en el momento adecuado y en los entornos adecuados. Nuestra misión es prevenir la extinción y eso es exactamente lo que hemos hecho aquí «, explica Gerardo García, Curador de vertebrados e invertebrados inferiores en el Zoológico de Chester.
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