Las aves son las principales representantes de la monogamia en animales, dado que el 90% de la especies la lleva a cabo en su vida.
La idea de compartir la vida con una sola persona es uno de los ideales románticos que mantienen muchas sociedades. Esta aspiración se encuentra empoderada por factores como la religión, la cultura y hasta la economía. Sin embargo, la complejidad del pensamiento humano no ha dejado escapar de su escrutinio a esta condición que pesa sobre el ámbito sexo-afectivo. De modo que la inquietud por el tema se ha vuelto una cuestión que traspasa los terrenos morales, buscando respuestas en la naturaleza. Así, aparece la monogamia en animales en la ecuación, ya de por sí complicada, para abrir aún más el debate.
A la fecha, abundan imágenes que dan testimonio de la cercanía entre otros miembros del reino animal. Esta, además, ha sido observada y estudiada por los científicos que quieren comprender las conductas gregarias de estos organismos. Como consecuencia de esas investigaciones, se ha difundido el conocimiento en torno a la vida reproductiva de los animales, misma que algunos han deseado significar con una fuerza similar a la que tiene esta en la vida de millones de seres humanos.
Monogamia en animales: ¿amor o supervivencia?
Las disertaciones acerca de la monogamia han hecho ver que en esta hay más ideales y construcción cultural que realidad o imperativos de la naturaleza interior. A pesar de esto, los científicos saben que estas prácticas de unión, en otros animales, sí existen. Esta noticia ha alentado a los defensores más acérrimos de la monogamia, quienes consideran que con ella se tiene la ansiada justificación.
Efectivamente, la monogamia en animales existe. No obstante, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) apunta que esta funciona como un sistema de apareamiento que, además, se ve representada por un porcentaje mínimo entre los mamíferos, pues solo el 5% de todas las especies conocidas (excluyendo a los humanos) son monógamas.
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El porcentaje de aves monógamas resulta mucho más alto, ya que el 90% de la diversidad comprendida en estos animales pone en acción esta dinámica de apareamiento. De modo que estos vertebrados constituyen el grupo donde más común es la monogamia en todo el reino animal. Entre los principales exponentes de ella se encuentran grullas, loros, cisnes, gansos, palomas y pingüinos.
Considerando lo anterior, no extraña que en las aves se presenten algunos de los ejemplos más convincentes y fuertes de la monogamia en animales. El pingüino de penacho amarillo, por ejemplo, cada año se encuentra con la misma pareja, en el mismo lugar. Ello, desde luego, responde a las necesidades bilógicas de reproducción.
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Justamente, es en lo último donde descansa el meollo del asunto: la reproducción, y así lo hace ver Ginette Hemley, vicepresidenta de conservación de vida silvestre, a WWF:
«Por mucho que nos guste la idea de las almas gemelas para toda la vida, los ideales románticos de la humanidad en realidad no se aplican a las especies silvestres que solo siguen las leyes de la naturaleza que necesitan para sobrevivir».
Cuestión de supervivencia
La naturaleza busca la supervivencia. No es raro, entonces, que la reproducción sea una de las manifestaciones más importantes de este instinto. En tal sentido, la monogamia en el resto de los animales se entiende como un mecanismo para perpetuar la especie.
WWF apunta que la cantidad de tiempo que los padres necesitan invertir en el cuidado de su descendencia es la razón principal por la que algunos animales son monógamos. Muchas aves, en vez de buscar a otra pareja para una nueva temporada reproductiva, deciden permanecer juntas con el fin de ahorrarse el tiempo que conllevaría el cortejo con un miembro más. De ahí se desprende que muchos de estos seres abandonen la competencia en aras de la protección de los símiles.
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