Con 10 días de nacida, los riñones, intestinos e hígado no pudieron soportar la intoxicación provocada por la actividad humana.
Una cría de orca encalló en las costas de Noruega. Era tan joven, que sus encías seguían intactas: ni siquiera le habían crecido los dientes todavía. A pesar de eso, apareció muerta en una playa nórdica, con el cuerpo completamente frío sobre las piedras. Tras una necropsia minuciosa, el veredicto de los veterinarios fue terminante: había muerto intoxicada por la actividad humana.
Muerte por intoxicación de bifenilo policlorado
La necropsia determinó que la orca tenía apenas 10 días. Desde 2017, las crías de estos cetáceos están en contacto constante con químicos y sustancias nocivas, según un estudio reciente llevado a cabo por Norwegian Orca Survey. Este ejemplar pertenece a los 8 especímenes que la institución analizó, resultando en diagnósticos muy similares.
En los cadáveres había niveles de bifenilo policlorado (PCB) verdaderamente altos. Los científicos estiman que fue por ésta razón que sus riñones, intestinos e hígado no pudieron soportar la intoxicación. Mucho menos a una edad tan joven. El destino de los demás ejemplares que perdieron la vida no fue muy diferente: todos habían muerto como consecuencia de haber estado en contacto cercano con sustancias similares.
De acuerdo con Eve Jourdain, fundadora e investigadora principal de Norwegian Orca Survey, la bebé estaba tan infectada como los adultos encontrados sin vida: «Esto significa que estos nuevos contaminantes también se transmiten de la madre a la cría». La experta asegura que la contaminación se transmitió por medio de la placenta, o al momento de amamantarla.
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La actividad humana sigue cobrando víctimas incidentales
El devastador estudio se publicó en la revista científica Environmental Toxicology and Chemistry. Se llevó a cabo como parte de un esfuerzo para monitorear la salud de las orcas en los mares noruegos. Los resultados no fueron ni cercanamente favorables para la condición del hábitat natural de la especie.
A diferencia de la creencia popular, las orcas no son ballenas. Por el contrario, son el tipo más grande de delfín en el planeta. A pesar de que se encuentran en la parte superior de la cadena alimentaria, son significativamente vulnerables a consumir cantidades considerables de contaminantes que la actividad humana arroja a los mares.
Entre los músculos y órganos de las ocho orcas examinadas, se encontró que perdieron la vida después de haber encallado o quedar atrapadas entre redes de pesca industrial. Aunque esta condición no ayudó a que siguieran con vida, el hecho es que ya estaban enfermas desde antes.
De acuerdo con Jourdain, la situación es preocupante en tanto que «los PCB todavía se encuentran en niveles altos en las orcas noruegas, a pesar de que fueron prohibidos hace mucho tiempo». En una de ellas, eran 100 veces más altas de lo catalogado como seguro para mamíferos marinos. Por tanto, el mayor riesgo en la actualidad es la falta de regulación que permite que los cetáceos y delfínidos se vean severamente afectados por la contaminación.
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