El oso gris mexicano dominó el norte del país. Durango, Chihuahua y Sonora eran los territorios donde esta subespecie de oso pardo se desarrolló durante miles de años. Los registros de Biodiversidad mexicana, el organismo que registra las poblaciones de especies en México, documentan que también alcanzó el sur del actual Estados Unidos.
Después de habitar los bosques de esta zona en América del Norte por milenios, los seres humanos decidieron que el oso gris mexicano era una plaga que tenía que erradicarse. Y así lo hicieron. Ésta es la historia de su extinción.
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Uno de los primeros registros que se tiene de la especie data de 1914. También conocida por su nombre científico, Ursus aretos nelsonis, el oso gris mexicano pesaba más de 300 kilos al llegar a la edad adulta. En cuatro patas, alcanzaba el metro de altura. Cuando se erguía, podía medir hasta 180 centímetros de alto.
Los registros históricos que se conservan de la especie apuntan a que era muy parecido al oso grizzly, típico de las reservas naturales en Estados Unidos. Esto lo convertía, según Biodiversidad mexicana, en uno de los «animales terrestres más grandes de la República Mexicana».
Al interior del país, habitaba en los pastizales y zonas montañosas rebosantes en pinos. Se estima que empezó a poblar el norte de México hacia el fin de la última glaciación, hace aproximadamente 10 mil años. Así como otros grupos de la especie, se le catalogó como un mamífero omnívoro. Es decir, se alimentaba de plantas y animales. En su dieta cotidiana, figuraban los siguientes alimentos:
A pesar de su presencia milenaria en la región, bastaron unas cuántas décadas para que el ser humano lo exterminara por completo. Considerado una molestia para el ganado y las actividades humanas irresponsables, el oso gris mexicano se depredó a plomo y toxinas mortales.
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Cuando los seres humanos nos adentramos en las zonas silvestres, inevitablemente nos encontramos con las formas de vida que han estado ahí. Muchas veces, por miles de millones de años. Aunque la estancia del oso gris mexicano en el norte del país no era tan antigua, la realidad es que la especie sí llegó ahí antes que nosotros.
Aún así, en favor de la ganadería y la expansión urbana, el gobierno local consintió la cacería indiscriminada del oso gris. No sólo eso: se promovió durante la década de los 60 que se les envenenara masivamente. A un proceso similar se sometió al lobo gris, que tuvo la misma suerte.
Hacia el final de la década, el gobierno federal otorgó a ambas especies la calidad de ‘especie protegida’. Sin embargo, la tramitología fue más lenta que la actividad humana en el campo.
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