La mano humana ha motivado diversas alteraciones físicas en muchos animales. Los osos pardos no son la excepción.
Como muchos seres vivos, los osos pardos resienten fuertemente los efectos de la presencia humana cerca de sus hogares. Mientras que la emergencia climática ha obligado a los osos polares a abandonar sus ecosistemas, los osos pardos están perdiendo partes de sus extremidades a causa de los seres humanos que los rodean. Ésta es la razón.
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¿Mutaciones?
Pese a que los expertos encargados del caso no estaban seguros de qué se trataba en un inicio, les parecía inexplicable que una parte fundamental de los osos -como son las garras- estuviera desapareciendo en varios ejemplares.
“No teníamos idea en absoluto,” declara Lamb, miembro del postdoctorado en biología de la Universidad de British Columbia. “Y no teníamos en, ese momento, básicamente ninguna pista sobre qué podría ser”
Las respuestas tardaron aproximadamente cinco años en llegar. Al principio sólo había un oso con la pata incompleta. Conforme se fueron acercando a la población de úrsidos, se dieron cuenta de más y más ejemplares sin garras en las patas. La condición complicaba su forma de vida, pues sin una de sus garras es más complicado comer e incluso hibernar.
La influencia humana
Después de pasar por teorías de alteraciones genéticas y malformaciones prenatales, el equipo de especialistas dio con el clavo: las garras faltantes habían sido arrancadas. La evidencia que mostraba los rayos-X dejó en claro que los osos con patas incompletas habían tenido que sanar una herida. Sin embargo, la lesión era tan regular que no podía ser resultado de una pelea o un ataque de otro animal.
El equipo finalmente descubrió el motivo: los osos que perdieron garras se habían quedado atascados en trampas para animales más pequeños. Aunque no estaban destinadas para cazar osos, las trampas les estaban causando daños significativos y a largo plazo.
Los osos primero quedan atrapados de una garra en la trampa. Luchando por salir, jalan con la fuerza de todo su cuerpo la pata pero no se liberan ilesos. El impacto es tan grande que detiene la circulación, hace que el tejido muera y que la garra finalmente se caiga de su extremidad.
“Es justo asumir que hay bastante sufrimiento durante las semanas en que estas garras se están cayendo,” dice Lamb. “No es algo instantáneo.”
El problema es evidente y la comunidad está trabajando en soluciones. El investigador propuso detener por completo el uso de trampas mientras encuentran nuevas formas de lidiar con el problema.
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