Tras orillarlas a la extinción por la caza comercial, los cantos melancólicos de las ballenas jorobadas se escuchó por debajo de los mares. Décadas después, está recuperando su vigor natural.
Detrás del ruido ensordecedor de las embarcaciones pesqueras industriales, se perciben lamentos, cantos melancólicos. No es casualidad: las ballenas jorobadas se sentían solas, a raíz de la disminución significativa de ejemplares que se había visto en los océanos desde hace décadas.
Sin embargo, parece ser que este comportamiento se revirtió en Australia: con el restablecimiento de la especie en la región austral, parece ser que las ballenas jorobadas ya no necesitan sus cantos melancólicos. Por el contrario, pueden pasar más tiempo con sus familiares y amigas, lo que hace que se sientan menos solas.
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Una herida comunitaria que está sanando
Las ballenas jorobadas heredan su lenguaje a su descendencia por medio del canto. Sin muchos ejemplares a la vista, las crías sólo podían aprender canciones tristes. Este fenómeno se detectó por primera vez en la década de los 70, cuando un equipo de biólogos sumergió micrófonos al mar para entender cómo se comunicaban estos cetáceos.
Los investigadores se sorprendieron al notar que las canciones de las ballenas jorobadas eran melancólicas. Lastimosas. Como en un pesado letargo de soledad. En gran medida, porque sus compañeras y familiares se estaban orillando a la extinción por la caza comercial.
“Cada vez era más difícil encontrar cantantes”, se lamenta Rebecca Dunlop, quien trabaja en la Universidad de Queensland en Brisbane. “Cuando había menos de ellos, se cantaba mucho; ahora que hay muchos, no hay necesidad de cantar tanto”.
Con la prohibición internacional terminante de esta práctica, uno de los casos de éxito más grandes de la conservación, el canto submarino cambió. Tras el fin de la caza comercial de ballenas, la población austral se recuperó drásticamente. De hecho, éste se considera uno de los éxitos más importantes de conservación del mundo.
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Canciones menos lúgubres
Como biólogo marino de la Universidad Dalhousie (Canadá), Boris Worm sabe que los animales cambian su comportamiento conforme sus poblaciones se recuperan de la extinción. Aunque no participó en el estudio, reconoce que las canciones y llamados de las ballenas jorobadas son cada vez menos lúgubres.
Aunque el mar sigue inundado de la cacofonía que provocan las embarcaciones pesqueras, el aumento en la población australiana de la especie es una oportunidad única para analizar cómo cambian su comportamiento. Tal vez, de ahora en adelante el lenguaje de los cetáceos se haga más elaborado: tendrán más compañeras con las cuales compartirlo, y hacerlo más complejo.
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