Era primavera. Después de un periodo de bonanza, un asteroide de aproximadamente 180 kilómetros de diámetro impactó la Tierra. El golpe se insertó en la actual Península de Yucatán, y ocasionó uno de los desequilibrios ecológicos más devastadores a los que se ha enfrentado nuestro planeta en la historia. A este periodo de inestabilidad, cambio climático y extinción masiva se le conoce como Periodo Cretácico.
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El período Cretácico fue «el último segmento de la era Mesozoica«, explica Live Science. Se sitúa históricamente entre 145 millones de años y terminando hace 66 millones de años en la Prehistoria. En aquel entonces, los dinosaurios todavía dominaban los mares y los continentes de la Tierra.
El nombre de este periodo en la Prehistórica viene de ‘creta’, que se traduce del latín como gis. Esto se debe, según el National Park Service de Estados Unidos, a los impresionantes depósitos de tiza que datan de la época. Paralelamente a la amplia diversidad de especies vegetales y animales que proliferaban en la Tierra, el supercontinente Pangea empezaba a fragmentarse.
Estos cambios en la masa continental redefinirían la historia natural de nuestro planeta. En aquel entonces, la configuración de los continentes se estaba modificando. Con ello, se remodelaría la geología global, así como la distribución de los ecosistemas en todo el mundo, explica National Geographic Historia.
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De acuerdo con un estudio publicado recientemente en Proceedings of the National Academy of Sciences, hacia el Periodo Cretácico medio proliferaron las poblaciones de insectos y plantas con flores. Al mismo tiempo, los angiospermas «se diversificaron rápidamente», según el National Park Service. La institución califica a esta diversificación vertiginosa como ‘misteriosa’ y ‘exquisita’.
Con respecto a qué emplumadas y especies con pelajes abundantes.
De manera paralela, los insectos polinizadores propulsaron la evolución de cientos de especies de flores y plantas. A este fenómeno se le conoce como co-evolución, según documenta Washington Native Plant Society. En gran medida, se debió a la proliferación de avispas y otras especies aladas con aguijón, que generó, según los investigadores en Estados Unidos, «una explosión de flores prehistóricas«. Algunas de ellas se conservan cristalizadas en ámbar.
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El asteroide que se estrelló contra la Tierra durante el Periodo Cretácico no fue la única razón por la que se extinguieron los dinosaurios. Gran parte de la extinción masiva que sucedió en la prehistoria se debió a una serie de cambios ecológicos drásticos y vertiginosos, a los que las especies no lograron sobreponerse ni adaptarse.
En gran medida, el cambio climático se propulsó por las altísimas concentraciones de CO2 que se acumularon en la atmósfera. Según documenta el Instituto de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), estos niveles alterados «causaron diversas transformaciones en la biosfera y el clima de la Tierra«.
A diferencia de lo que se piensa comúnmente, no sólo los dinosaurios recibieron las consecuencias de la crisis climática en la Prehistoria. Por el contrario, el polvo cósmico del asteroide bloqueó los rayos del Sol, por lo que incluso las plantas prehistóricas sucumbieron ante las hostilidades del ambiente.
Además, según el doctor Fernando Núñez-Useche, del Instituto de Geología de la UNAM, las concentraciones de CO2 también se deben a la creciente actividad volcánica a las que se enfrentó el planeta. El cambio comenzó con la ruptura del supercontinente Pangea. Sin embargo, «la separación de los bloques continentales resultantes ocurrió de manera acelerada durante el Cretácico», explica el especialista, «lo que intensificó la producción de corteza oceánica en el fondo marino y una mayor actividad volcánica submarina«.
Al respecto, la corresponsal de Ciencia UNAM-DGDC, María Luisa Santillán, explica que la crisis climática contemporánea se parece mucho a los cambios que se presentaron en aquel entonces.
«Los cambios ocurridos durante el Periodo Cretácico son por tanto un análogo del cambio climático que actualmente experimentamos; de hecho, se calcula que si las emanaciones de CO2 continúan sin ningún control al ritmo actual, para el año 2100 las concentraciones podrían llegar a niveles muy parecidos», apunta la especialista.
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