A raíz de un cambio de ubicación, un pez invasor está terminando con el equilibrio ecológico del Mar Mediterráneo y los arrecifes de coral en el Caribe.
Rayado, puntiagudo y silencioso: un pez invasor hipnotiza a sus presas con una mirada del color de las aguas del mar, terminando con la diversidad del Mediterráneo. Pasa muchas veces desapercibido entre los arrecifes de coral, pero está al acecho constante de su próxima víctima.
Oriundo de las aguas cálidas del Pacífico sur, el pez león se alimenta generalmente de peces pequeños, moluscos e invertebrados. Su modus operandi es simple, pero efectivo: atrapa a sus presas escupiendo chorros de agua, que las desorienta antes de comérselas. Sin embargo, su hambre voraz está arrasando con la vida en los ecosistemas marinos.
Un cambio de vecindario
El pez león es fácilmente identificable por la cresta espinada que corona su aleta dorsal y aletas en forma de abanico. Las espinas tienen rayas blancas y cafés, una coloración que típicamente indican que son venenosas, incluso para el contacto humano. Por esta razón, este animal es un contrincante letal para cualquier pez de menor tamaño.
En su hábitat natural, cada una de las especies con las que el pez león convive cumple con una función ecológica definida. De esta manera, los arrecifes de coral se han mantenido en equilibrio durante milenios. Sin embargo, recientemente este depredador ha causado estragos en el ecosistema submarino.
A raíz de una inserción poco responsable de peces león en el sureste de Estados Unidos, el Caribe y el Mediterráneo, las poblaciones han adaptado su dieta a las especies endémicas de estas zonas. Para pesar de éstas, el pez león se ha acomodado muy bien a sus nuevos vecindarios, y se ha reproducido como nunca antes.
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Reproducción a niveles alarmantes
Cómodo como está en su nuevo vecindario, el pez león se ha reproducido a niveles alarmantes en la Riviera Maya y en el Caribe. Durante todo el año, es capaz de desovar cada dos días. Los huevos eclosionan entre el plancton y se asientan en los arrecifes, liberados por sus madres después del parto. Esto quiere decir que, hoy en día, hay millones de crías potenciales deambulando en las corrientes marinas.
Además de esto, este pez invasor tiene la capacidad de expandir su estómago hasta 30 veces su tamaño. Esto provoca que tenga un apetito insaciable, que atenta contra la diversidad de sus nuevos lugares de asentamiento. Esto es así porque los depredadores autóctonos se quedan sin comer, provocando un desequilibrio importante para la vida en estos ecosistemas tropicales.
El problema se acrecienta, ya que el pez león tiene pocos depredadores naturales. Una solución que se discute entre los países afectados por la situación es plantear una caza controlada de la especie, para devolver un poco de estabilidad a la vida en las arrecifes de coral.
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