Las langostas del desierto (Schistocerca gregaria) son un viejo conocido de África y Oriente Medio desde la Antigüedad. Su presencia en libros sagrados, murales y relatos milenarios, demuestra que las civilizaciones antiguas ya lidiaban con nubes de insectos que devoran todo a su paso con una voracidad tal, que incluso fueron consideradas castigos divinos para distintos credos.
A un tris de finalizar 2020, la expansión de la plaga de langostas que azota el este de África desde mediados de 2019 parece no tener fin:
Las nubes de langostas arribaron al continente africano a mediados de 2019, una vez que las lluvias torrenciales de los años anteriores, los ciclones tropicales que azotaron el Océano Índico en 2018 y un 2019 especialmente húmedo, propiciaron condiciones favorables para su reproducción.
En enero de 2020, la Organización de las Naciones Unidas de la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) advertía que el brote originado en la península arábiga había alcanzado el este de Etiopía y Somalia, extendiéndose a ambos lados del Mar Rojo.
Tres meses más tarde, las lluvias de la primavera en el Cuerno de África y Yemen provocaron que los enjambres aumentaran exponencialmente y para julio, los brotes ya se extendían por doce países de África del Este, devorando el cultivo y forraje de los animales a su paso.
A finales de octubre, la FAO consideró a Yemen como el epicentro de la plaga y redobló esfuerzos para detener el avance de las langostas con más de 14 mil litros de plaguicidas y cientos de equipos de campo; sin embargo, los conflictos internos y la dificultad para acceder a regiones remotas del territorio contribuyeron a multiplicar los enjambres.
Desde entonces, la situación no ha mejorado: a mediados de diciembre, la ONU alertó de la aparición de nuevos enjambres en el Cuerno de África, especialmente en Somalia y Etiopía.
Se calcula que un enjambre de langostas que se extiende en un kilómetro cuadrado es capaz de arrasar en un solo día con la misma cantidad de cultivos que sirven para alimentar a 35 mil personas.
Tomando en cuenta que los esfuerzos de la ONU se han concentrado en erradicar a la plaga en 1.3 millones de hectáreas a lo largo y ancho de diez países, la magnitud de cultivos en riesgo pone en jaque la seguridad alimentaria de millones de personas en el Cuerno de África, una de las regiones más pobres del mundo.
Según la FAO, los esfuerzos para combatir la plaga evitaron que las langostas del desierto arrasaran con 2.7 millones de toneladas de cereales, suficiente para alimentar a 18 millones de personas al año.
No obstante, el organismo de la ONU llamó a redoblar esfuerzos para proteger los alimentos y evitar una pérdida mayor de cultivos en la zona con mayor inseguridad alimentaria del planeta.
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