Los dinosaurios fueron revelados a nuestra especie hasta 1824, cuando el naturalista británico William Buckland presentó un fósil gigante en la Sociedad Geológica de Londres. Pero antes de que su popularidad se encumbrara en todo el mundo, hacia finales del siglo XIX los antiguos mamíferos eran lo que robaban el mayor asombro científico. De esos, probablemente, el más famoso fue el perezoso gigante (Megatherium).
Efectivamente, esta enorme criatura, que podía alcanzar 3 toneladas y 6 metros de longitud, fue dada a conocer varios años antes que los dinosaurios. Los primeros restos fósiles se descubrieron en 1787, por el fraile dominico Manuel de Torres, en las barrancas del río Luján, cerca de Buenos Aires (Argentina).
Después de haber estado resguardados en Argentina, los restos del gigante fueron llevados a España, donde se reunieron y reconstruyeron en el trabajo de Juan Bautista Bru, un dibujante y taxidermista valenciano. Gracias a las ilistraciones que hizo, en el anatomista francés Georges Cuvier pudo determinar de qué se trataba este espectacular animal.
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Cuvier bautizó al mamífero como Megatherium americanum, y lo valoró como una criatura extinta, muy similar a los pequeños perezosos arborícolas que aún se aferraban a las ramas de las selvas tropicales sudamericanas.
Después de muchas investigaciones en torno al perezoso gigante, actualmente se sabe que cuando hablamos del Megatherium, en realidad nos referimos un grupo extinto de mamíferos, perteneciente a otro donde se engloban perezosos, osos hormigueros, gliptodontes y armadillos, que experimentó una evolución en Sudamérica en la Era Cenozoica. Luego, en el Pleistoceno, los perezosos gigantes aparecieron brevemente en Norteamérica.
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Aparte de su descomunal y prehistórico tamaño, el perezoso gigante está equipado con grandes garras y dientes, aunque estos últimos se limitaban a los lados de la mandíbula, porque el animal se alimentaba principalmente de las hojas de árboles y arbustos.
Por último, el animal podía erguirse manteniéndose sobre sus patas traseras, precisamente para alzarse en busca de su alimento. No obstante, solía llevar un andar cuadrúpedo.
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