Considerado una deidad por las culturas precolombinas de Mesoamérica, el quetzal es un símbolo de las selvas centroamericanas cuyo plumaje iridiscente ha cautivado al mundo entero.
Texto: Erick Pinedo
Además de alimentarse de aguacatillo y aguacate (con lo que ayuda a dispersar su semilla), comen culebras, lagartijas, ranas e insectos que brindan a los polluelos hasta que la hembra abandona el nido y deja al padre a cargo de las crías en lo que estas puedan valerse por sí mismas.
Considerado un sitio megadiverso debido a sus ocho microclimas que albergan 885 especies de aves, mamíferos, anfibios y reptiles (80 % de la biodiversidad guatemalteca), este es el manto acuífero más grande del país con 63 ríos que nacen del subsuelo.
La caza furtiva y el tráfico de especies han mermado su población a lo largo de los años.
La principal amenaza para el quetzal radica en la pérdida de su hábitat: agricultura, tala ilegal, minería –de mármol y jade–, invasión de tierras, incendios, narcotráfico.
El conflicto guerrillero en los años ochenta ejercieron por décadas una severa presión para la sierra de las Minas.
“En 1990 (cuando esta cordillera fue declarada reserva de la biosfera), el ritmo de la deforestación de la sierra auguraba la pérdida de entre 30 y 40 % de bosque para 2018”, dice Luis Luján Florenzana, presidente de la Fundación Defensores de la Naturaleza de 2012 a 2017.
Desde entonces y a partir de que la fundación “Defensores de la Naturaleza” tomó la administración de la reserva se ha perdido 6 % del manto de la zona núcleo, según mapas satelitales hechos por NASA y el Sistema Nacional de Parques de Estados Unidos.
“Es un éxito que se haya perdido tan poco”.
Hoy, más de 240,000 hectáreas (110,000 de zona núcleo) se resguardan bajo una coadministración que capacita guardaparques, realiza brigadas contra incendios y desarrolla estrategias de conservación y aprovechamiento con más de 220 comunidades, entre las cuales están las etnias q’eqchi’ y poqomchí.
Como resultado, 99 % del bosque primario permanece virgen y casi se ha erradicado la tala ilegal dentro de sus límites; aunque las empresas que han obtenido licencias del CONAP para extraer productos maderables dentro de la zona de usos múltiples no siempre cumplen con los límites y lineamientos para explotar los recursos de manera sostenible.
Un bosque nuboso con quetzal es un bosque sano; su ausencia significa que el ecosistema está muy dañado. Al proteger el hábitat del quetzal también se protegen otras especies, como el pavo de cacho, un ave muy lastimada por ser presa fácil; pero cada vez es más complicado el financiamiento.
“Con un territorio tan grande, la inversión gubernamental resulta insuficiente (90 % del presupuesto proviene de la cooperación internacional). Además, las entidades que ayudan a la conservación restringen su apoyo cada vez más. Con pocos recursos, mantener este libro de biología viviente se hace muy difícil”, asegura Luján.
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