Una de las funciones naturales comunes para los seres vivos es la reproducción. Diversas especies de fauna y flora contemporáneas han tomado caminos evolutivos para adaptar sus mecanismos de fertilización y cortejo a las condiciones de vida de cada una. Particularmente en los animales, los rituales de apareamiento varían según los hábitats en los que se desarrollen. Evidencia paleontológica reciente demuestra que estas prácticas datan incluso de la Prehistoria.
Hoy, sabemos que las lagartijas, pájaros y tortugas prehistóricos tenían todos una característica en común. Además de convivir más o menos durante las mismas eras, un hallazgo reciente da evidencia de que compartían un orificio multifunción con el que, además de defecar, orinar y poner huevos, usaban como herramienta para conseguir pareja. Así es: pareciera que esta cloaca fuera un elemento clave para los rituales de apareamiento de los dinosaurios.
Fue en 2016 que Jakob Vinther, de la Universidad de Bristol en el Reino Unido, emprendió un proyecto de investigación con una serie de arqueólogos de diversos países. El objeto del estudio fue analizar una de las pieles mejor conservadas de un ejemplar de Psittacosauro, que contaba con un cuerno de un metro de largo.
Al observar los restos de este animal prehistórico, se dieron cuenta de que contaba con una cloaca casi intacta. El equipo tomó el fósil, que después de años de compactación, estaba aplanado. Sin embargo, originalmente sirvió muy bien para generar un modelo digital en dos dimensiones, que eventualmente fue la pauta para construir una versión en 3D.
Esta reconstrucción sirvió para comparar en dónde se encontraba este orificio en diversos animales prehistóricos. De acuerdo con el equipo de Vinther, ésta podría ser una clave para descifrar el ritual de apareamiento de diversas especies de dinosaurios. En la imagen se resalta con un recuadro blanco la localización del mismo en el caso del Psittacosauro, que permanece bajo resguardo en el Museo Senckenberg de Historia Natural, en Frankfurt.
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La gran parte de la diversidad de aves contemporáneas evolucionaron para no tener pene. A diferencia de otros animales, se reproducen por medio de los «besos cloacales«, en los que ponen en contacto sus orificios. Vinther asegura que los animales prehistóricos no procedían de esta manera. En el caso específico del Psittacosauro, tenía dos colgajos de piel que cubrían la mayor parte de la cloaca, dándole una apariencia similar a la de los cocodrilos de hoy.
Según los hallazgos del estudio, el pene de estos dinosaurios emergía del orificio multiusos, del cual pudieron haberse desprendido olores que resultaban atractivos para sus parejas. Cerca de éste, tuvieron glándulas que ayudaran en el proceso de atracción, además de compartir los altos niveles de melanina propios de la cloaca. De acuerdo con uno de los expertos involucrados en estudio, nunca antes se había tenido un acercamiento tan personal a la anatomía de un dinosaurio.
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