Cuenta una antigua leyenda prehispánica que los animales de la Tierra se reunieron un día para hablar sobre la condición en que vivían los seres humanos. Todos los presentes estaban conscientes de las penurias que atravesaban mujeres y hombres por falta de un elemento primordial: el fuego. Ante estas circunstancias, el tlacuache se comprometió a traerlo del inframundo.
Al principio, los otros animales no creyeron en la capacidad del pequeño marsupial para lograr su cometido. Sin embargo, él dijo que lo lograría, pero necesitaba que, una vez que el fuego llegara, los demás se encargaran de que éste no se apagara. El venado, incrédulo a las palabras del tlacuache, aceptó el reto.
Así, el valiente animal emprendió su travesía al inframundo, custodiado por feroces depredadores. Inicialmente, el tlacuache tuvo que acostumbrarse a pasar un tiempo ahí, pues necesitaba ganar confianza . Pasados los días, decidió que había llegado la hora de tomar aquello por lo que iba.
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Lo primero que hizo el tlacuache fue sujetar al preciado elemento con la cola. Sin embargo, ésta sufrió quemaduras que la dejaron sin pelo. Su otro recurso fue tragarse una brasa. Entonces, eso hizo, huyendo a toda prisa de los jaguares que iban tras él. A pesar del inmenso dolor, el tlacuache consiguió escapar y, con ello, llevar el fuego a los seres humanos.
El nombre por el cual se conoce popularmente a este marsupial mexicano viene del náhuatl, “tlacuatzin” (el pequeño que come fuego). “Zorro del monte” o “zarigüeya” son otras formas de llamarlo. Por lo general, cuando se habla del tlacuache se está haciendo referencia a Didelphis virginiana (en el sur) y Didelphis marsupialis (en el norte), sin embargo, en México, existen otras seis especies de la familia Didelphidae:
La constitución física del tlacuache es robusta. Su rostro es largo y cónico. Sus orejas carecen de pelo. La cola, en mismas condiciones, le sirve para colgarse de los árboles. El peso y tamaño es muy variable, ya que estos dependen de la especie. Un ejemplo de lo anterior es la Marmosa mexicana de 15 centímetros, en promedio, o el Didelphis marsupialis de 45 (1 a 3 kilogramos en etapa adulta), aproximadamente.
El tlacuache es de climas templados a tropicales, por eso es fácil encontrarlo en varios puntos de México. Es un animal nocturno que construye madrigueras. Durante sus jornadas de vigilia, es capaz de recorrer hasta 2 kilómetros en búsqueda de alimento. En este sentido, se trata de un organismo omnívoro, dado que consume principalmente semillas, plantas, frutas, insectos y carne rica en fósforo (como de aves y reptiles pequeños). A la vez, tiene como principales depredadores a perros, felinos, aves de rapiña y al humano.
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De una misma camada pueden nacer hasta 13 crías. El periodo de gestación es incompleto y dura de 12 a 13 días. Tratándose de un marsupial, el tlacuache termina de incubarse en el marsupio (una bolsa externa de piel y pelo suave en el vientre de la madre), debido a que cuando es dado a luz aún necesita desarrollarse. A lo largo de dos meses, yace ahí, después se cuelga del lomo de la madre. La época de reproducción es en primavera y verano (entre los meses de febrero y mayo).
Entre los mecanismos de defensa del tlacuache se halla la tanatosis, un comportamiento por el cual presenta características de muerte. Durante ese momento, el marsupial expele un olor desagradable que ayuda a confundir a los depredadores sobre su estado.
Estos animales no pueden albergar o transmitir la rabia, gracias al bajo ritmo de su sistema nervioso. Además, son resistentes a algunos venenos, como los de las serpientes de cascabel y coralillo.
Debido a las múltiples actividades agrícolas del ser humano, el tlacuache se ha tenido que desplazar más allá de su hábitat. La situación actual hace que este animal haya aprendido a vivir en espacios urbanos.
Los tlacuaches son organismos esenciales en los ecosistemas, pues regulan el crecimiento poblacional de plagas y animales venenosos perjudiciales para el ser humano. A su vez, son importantes dispersadores de semillas y colaboradores esenciales en cultivos como el café y el cacao. Su conservación es un tema de relevancia, por lo que la divulgación de estas especies se va popularizando, Menciona la Biol. Esmeralda Sandoval Benítez, ecóloga botánica y rescatista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
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