Con un pico y patas extrañamente largas, se trata del pingüino gigante mejor conservado de la historia.
En 2006, una expedición de un grupo de niños de un club naturalista encontró los restos fósiles mejor conservados de un pingüino gigante de los que se tiene registro. El hallazgo ocurrió en Kawhia Harbour, al norte de Auckland, en Nueva Zelanda.
A partir del escaneo en 3D de los huesos de pingüino, investigadores de la Universidad de Massey y del Museo de Bruce en Connecticut compararon el fósil con el resto de pingüinos prehistóricos conocidos hasta ahora, en busca de la especie a la que pertenecían los restos.
15 años después del descubrimiento infantil, los resultados de la investigación publicados en el Journal of Vertebrate Paleontology revelan el hallazgo de una especie inédita: se trata de un nuevo pingüino gigante nunca antes descrito por la ciencia.
Tras analizar a fondo sus características, los científicos lo nombraron Kairuku waewaeroa, un juego de palabras que significa «patas largas» en el idioma Maorí de la región.
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Los restos del ejemplar encontrado por los niños del Hamilton Junior Naturalist Club fueron datados entre 27.3 y 34.6 millones de años atrás. Se trataba de un pingüino experto en buceo y más alto que cualquier especie viva en la actualidad. Con un pelaje de grasa y plumón similar al del género, este animal contaba con dos características peculiares: patas y picos extrañamente largos para un pingüino.
De pie, un pingüino Kairuku waewaeroa podía alcanzar poco más de 1.40 metros de altura y pesar unos 45 kilos.
Según sus restos óseos, es probable que el pingüino gigante caminara con mayor habilidad que las aves del presente, mientras que las largas patas pudieron influir en la profundidad a la que lograba sumergirse, explicó Daniel Thomas, profesor de Zoología de la Escuela de Ciencias Naturales de Massey.
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