En la década de los 70, los cazadores furtivos redujeron la población de panteras (Puma concolor) en Estados Unidos a sólo 30 ejemplares en todo el país. Después de esta matanza dramática, los esfuerzos de conservación han logrado remontar la cifra a 200 individuos en cautiverio. A 50 años de estar al borde de la extinción, una nueva amenaza acecha a los felinos mayores de Florida: una enfermedad neurológica que, entre otras afecciones, no les permite moverse bien.
Dificultades para caminar, inanición y deshidratación son algunas de las consecuencias más severas de una nueva enfermedad neurológica que se expande entre los felinos mayores de Estados Unidos. Los casos registrados se han estudiado específicamente en panteras y linces rojos, que han presentado parálisis parcial en las extremidades, notablemente debilitadas.
Después de las bajas que se registraron en los 70, esta amenaza silenciosa pone un nuevo obstáculo para las panteras restantes en el país. El problema se detectó por primera vez en 2017. En la actualidad, se cuentan casi 40 casos positivos entre los felinos mayores. Los científicos a cargo de estudiar los casos ubican la enfermedad como leucomielopatía felina (FLM). Hasta hoy, el origen de la enfermedad es desconocido.
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Los estudios con respecto a la FLM todavía están en una fase pionera. De acuerdo con Darrell Land, líder del equipo de panteras de la Comisión de Conservación de Vida Silvestre y Pesca de Florida, la alarma sigue creciendo:
«Todavía no hay una prueba irrefutable. Eso resulta un poco perturbador, porque se puede pensar que, si hubiera una respuesta sencilla, ya la tendríamos».
A partir de análisis con resonancias magnéticas, se piensa que la causa de estas limitaciones motrices tan severas es una neurotoxina. Aunque la infección de un virus sea poco probable, los investigadores no descartan esa posibilidad. Lo más probable es que se trate de una combinación fatídica de factores.
Una de las buenas noticias es que es muy probable que no se trate de una afección genética. Por esta razón, la posibilidad de que la enfermedad neurológica se transmita a las crías es nula. Lo que sí se sabe es que afecta directamente a las neuronas, y se desarrolla durante los primeros años de vida de las panteras.
En general, los casos observados se mantienen constantes. Esto quiere decir que la condición no empeora, pero tampoco mejora, según Mark Cunningham, veterinario de fauna salvaje para la Comisión de Conservación de Vida Silvestre y Pesca de Florida. «Se trata de un fenómeno sin precedentes en animales salvajes, al menos en félidos», enfatiza el experto.
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