Los vecinos de Nordelta en Argentina enfrentan una invasión de capibaras que vuelven al territorio que les pertenece desde hace miles de años.
La localidad urbana de Nordelta fue construida sobre un humedal antiguo. Es uno de los barrios al norte de Buenos Aires, en Argentina, y se caracteriza por ser el hogar de las familias más acaudaladas de la capital. Hoy una ciudad-pueblo, las casas pueden estar tasadas hasta en 6 millones de dólares. Ni siquiera los mejores agentes de bienes raíces han logrado contener la invasión de capibaras que hoy aqueja terriblemente a los vecinos.
Un cambio forzado de panorama
Espantan a los perros. Amedrentan a los gatos de raza. Se comen el pasto y las flores importadas de los jardines kilométricos de los vecinos. Incluso han ocasionado accidentes de tráfico de coches alemanes. Muy pronto, la invasión de capibaras en Nordelta se volvió tendencia en todo el país: los usuarios de Twitter se cuestionan quién invadió a quién.
Nordelta fue construida en uno de los humedales del río Paraná, uno de los más septentrionales de Argentina. Después del Amazonas, es el caudal más importante de América Latina. Como tal, es hogar a una amplia diversidad de animales de ecosistemas húmedos, que subsisten de los recursos disponibles desde hace millones de años.
En el año 2000, sin embargo, el megaproyecto de construcción de este barrio de clase alta vino a cambiar el panorama. Campos de fútbol y golf, centros educativos exclusivos y al menos 31 barrios nuevos se han construido a lo largo de 21 años, en los 16 kilómetros cuadrados que comprende Nordelta.
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Una invasión de 400 capibaras
La cobertura de los medios locales ha contabilizado hasta 400 capibaras en total. La especie pertenece a una familia de roedores latinoamericanos que, además de ser apacibles, se distinguen por ser particularmente amigables con otros animales. A pesar de ello, son muy territoriales: cuando ellos —o sus camaradas— se sienten amenazados, no dudan en dejar bien claro a quién le pertenece la tierra.
En Argentina se les conoce como ‘carpinchos’. Parece ser que sólo los propietarios de las fincas en el Nordelta están en contra de ellos. Los llaman pestes, una plaga, mientras que organizaciones de la sociedad civil favorecen el derecho de estos animales de ocupar el territorio, que les pertenece naturalmente desde hace milenios.
Según el diario Clarín, hoy en día hay 17 % más capibaras que en 2020. Este aumento ha alarmado a los 40 mil pobladores del Nordelta que, preocupados por el bienestar de sus jardines y pedazos de lago, temen cubrir gastos de manutención todavía más altos. Mientras tanto, los roedores más grandes del mundo se meten a las albercas privadas y pastan tranquilamente en las hectáreas más costosas de Argentina.
¿La tierra es de quien la trabaja?
Ni siquiera los arsenales de jardineros, mozos y mucamas que atienden las fincas en el Nordelta tienen posesión de las tierras que trabajan. Los animales endémicos del antiguo humedal tampoco, pero parece ser que la invasión de capibaras está a punto de cambiar el panorama una vez más.
A diferencia de lo que pasó a principios del milenio, cuando las obras de construcción del barrio comenzaron, la viralización de fotografías y videos en redes sociales ha generado mucho más ruido en todo el mundo. La tendencia en Twitter persiste como una de las primeras en Argentina, y se ha posicionado como las primeras 10 en toda América Latina.
En respuesta, diversas organizaciones de la sociedad civil se han pronunciado en contra de las acciones que se piensan tomar contra los capibaras del río Paraná. Al respecto, Greenpeace enfatizó lo siguiente en un comunicado:
«El carpincho es una especie autóctona del Delta del Paraná y la proliferación de proyectos urbanísticos ha provocado la reducción de su hábitat, por lo que es lógico que este tipo de acontecimientos ocurran».
Antes desplazados por el desarrollo urbanístico exclusivo e irresponsable, los capibaras están retomando el territorio que perdieron hace más de dos décadas. Aunque los vecinos enardecidos del Nordelta intenten erradicarlos, tienen la presión de la mirada del mundo sobre la espalda. Algunos lo han llamado, incluso, un claro ejemplo de lucha de clases.
Un espíritu recorre el Nordelta en Argentina. Finalmente, queda claro que quienes invaden el territorio no son las especies que habitan los humedales. Por el contrario, la responsabilidad recae en el desarrollo urbano irresponsable en un entorno natural ajeno a nuestra especie.
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