Aunque la domesticación de los perros prehistóricos es multifactorial, parece ser que un gen ‘de ternura’ hizo que se acercaran a los seres humanos.
Las familias humanas cambiaron hace 14 mil años. Según se ha visto en entierros prehistóricos europeos, en los sepulcros ya no sólo se enterraron mujeres, hombres y niños. Por el contrario, en las tumbas ya se consideraba a los cachorros que acompañaron a los seres humanos en su transitar por el plano terrenal.
Algunas propuestas teóricas aseguran que la domesticación de los perros prehistóricos fue un accidente. Otras, sin embargo, consideran que fue un proceso multifactorial. Sin embargo, un estudio reciente publicado en Nature asegura que la conexión única entre nuestra especie y los canes nació de una mutación genética en el cerebro.
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Un lazo genético único
Cuando los seres humanos todavía eran nómadas y recolectores, los lobos se les acercaron por primera vez para robar los restos de comida que dejaban a su paso. Eventualmente, el lazo se volvió de una dependencia amistosa, que se evolucionó en un compañerismo pocas veces visto entre especies distintas.
Un estudio reciente de la Universidad Azabu, en Japón, indagó en esta conexión única entre los perros prehistóricos y los seres humanos. Para lo cual, a cargo del biólogo evolutivo Miho Nagasawa, un equipo de científicos analizó los genes de las razas más antiguas de perros en el país:
«Nos enfocamos en razas de perros antiguas para investigar las diferencias relacionadas con la raza en las habilidades cognitivas sociales», escriben los autores en Nature. «[…] las razas antiguas mostraron una menor tendencia a mirar a los humanos que otras razas europeas».
El estudio consideró una muestra de 600 perros, en los que encontró una consistencia genética. Según Nagasawa, el lazo genético único que unió originalmente a los perros prehistóricos con los Homo sapiens radica en el cerebro de los canes. Algunos de ellos, explica el especialista, sentían menos estrés al interactuar con los seres humanos de aquel pasado remoto.
Con la interacción cotidiana, esta baja en estrés evolucionó en relaciones de respeto y genuino cariño entre ambas especies. «[Esta baja en cortisol, hormona del estrés] puede dar pistas sobre cómo se adquirió la tolerancia canina y la capacidad de adaptarse fácilmente a la sociedad humana”, explica el investigador.
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Cada vez menos agresivos y más cariñosos
El hecho de que los perros contemporáneos sean mucho menos agresivos que los prehistóricos no es casualidad, según explican los investigadores en el estudio. Por el contrario, esta mutación genética no sólo los hizo más dóciles, sino que mejoró considerablemente su interacción con los seres humanos primitivos.
Así lo explica Nagasawa en un correo electrónico para El País:
“Los perros de hoy son menos agresivos y temerosos que los lobos, y tienen la capacidad de comprender los gestos humanos. Como siguiente paso, se cree que los humanos y los perros se han vuelto más estrechamente conectados a través del uso de esta habilidad por parte de los humanos”.
Perderle el miedo a los seres humanos facilitó que los lobos antiguos se integraran a las familias humanas con más facilidad. Sin embargo, Nagasawa asegura que éste no fue el factor determinante que condujo la domesticación que los perros prehistóricos. “La domesticación es un fenómeno complejo que es el resultado de una combinación de varios factores,” concluye el especialista.
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