Edesa: Fundada en Mesopotamia por los asirios, la famosa ciudad de peregrinos comerció a punta de espada.
Sanliurfa, Turquía
37°08?54? N, 38°47?24? E
Dejamos la mula en el Éufrates y alquilamos un auto para ir a Edesa:
Fundada en Mesopotamia por los asirios, la famosa ciudad de peregrinos comerció a punta de espada con griegos, nabateos, romanos, sasánidas, bizantinos, árabes, armenios, selyúcidas, cruzados y nuevamente, con los selyúcidas. Hace unos 4 000 años, su cruel monarca, Nimrod, ordenó quemar vivo a Abraham porque rechazó al panteón asirio. Mas el Dios de Abraham salvó de las llamas al profeta convirtiéndolas en agua y trocando los carbones en peces. La tradición musulmana cuenta que Dios castigó a Nimrod enviando un mosquito a que le picara el cerebro. El monarca, enloquecido, ordenó a sus hombres que le golpearan la cabeza con mazos cubiertos de fieltro y luego, con garrotes de madera. Así murió Nimrod. En la ciudad moderna, hoy llamada Sanliurfa, hay un estanque que conmemora el milagro de Abraham. El estanque está repleto de carpas sagradas. Los habitantes las alimentan con el equivalente a una lira de bolitas de comida para peces. Las carpas son inmortales y están muy gordas. Dicen que si te comes una, te quedas ciego.
Junto al estanque de Abraham hay un viejo bazar que data de los tiempos de la Ruta de la Seda. Los sastres son curdos. Se sientan en patios sombreados donde los remendones han parchado agujeros desde hace milenos. Sorben té. Arruinan su vista ensartando hilo lamido en las agujas.
Alguna vez, el destino de poderosos imperios se cifró en las mercaderías que pasaban sobre los desgastados tablones de los mostradores de los talleres de Sanliurfa. Tal vez aún es así. Hoy día, los sastres se encorvan sobre las centenarias máquinas de coser de fabricación estadounidense que vendiera Sears, Roebuck & Company. Los hombres operan las máquinas con un pedal. Resistentes artefactos de otros tiempos. De un periodo anterior al surgimiento del poliéster chino desechable. De un mundo donde las exportaciones de Estados Unidos superaban su deuda titánica.
?Somos la última generación?, informa el sastre Muhammed Sadik Demir, sin dejo alguno de autocompasión. Se encoge de hombros. ?La gente ya no repara su ropa. Solo la tira a la basura?.
En realidad, es Deniz Kilic quien lo dice.
Kilic, mi guía turco, mi intérprete, regresa a casa.
Ha sufrido como ningún otro compañero de caminata en la larga travesía Fuera del Edén desde Etiopía. Violentos dolores de piernas. Ampollas en las ampollas. También ha soportado el suplicio de mis sermones sobre cómo recorrer los paisajes; evitando las líneas rectas, perfilando las colinas. Con todo, Kilic jamás se detuvo. Por las mañanas, sacudía sus botas y seguía caminando. Disfrutaba el lento viaje. Le permitía desplegar su encanto mundano. Bromeaba, contaba chistes, fascinaba a cuantos conocíamos. Llamaba hoca ?amo, maestro- hasta al más humilde granjero. De Mersin a Sanliurfa, cruzamos más de 320 kilómetros de montañas, caminos, playas y campos, fue mi ventana sabelotodo en Anatolia. Me obligó a mirar mi primera película 3D ?El amanecer del planeta de los simios– asegurando que era una investigación. Sus progenitores le dieron el nombre de un revolucionario de la década de 1960, Deniz Gezmi?, la versión turca del Che, y siempre se expresó con vigorizante cinismo acerca de todos los políticos. Complementaba sus pensamientos con fragmentos de canciones populares.
Al cruzar un arroyo con la mula: ?Todos vivimos en un submarino amarillo??.
Con gesto ceñudo, al ver acumularse nubes de tormenta: ?Aquí vuelve la lluvia, cayendo sobre mi cabeza como un recuerdo??.
Volveré a verte, le digo.
Como todos los guías de la caminata, Kilic está invitado al canal Beagle entre Argentina y Chile, la línea final del viaje. Este es mi sueño: cada compañero de caminata que contribuyó a dar forma a la ruta, se reunirá conmigo en 2020. Veo a Mohamad Banounah, un hijo de Meca, caminando en Tierra del Fuego arropado contra el frío viento antártico. Veo a Noa Burshtein, una joven recién licenciada del Ejército israelí, caminando en las playas empedradas. A Elema Hessan, cazador de fósiles afar de las llanuras color hueso del Rift africano. Al guía beduino Hamoudi Alweijah al Bedul, de Petra. Y a Bassam Almohor, de Ramala. También habrá guías rusos. Guías chinos y colombianos. Compañeros que habrán recorrido conmigo unos 33 800 kilómetros. Juntos, en masa, cruzaremos el último kilómetro del viaje humano, la última playa de la imaginación humana. Y Kilic cantará, ?Nena, hace frío afuera??. Este viaje les pertenece. Porque, urdimbre y trama, son ellos quienes han tejido esta historia.
Tu ausencia me ha traspasado como el hilo a la aguja. Todo lo que hago está hilvanado con su color.
?W. S. Merwin