La mayor estampida humana huye de Siria hacia Turquía.
Cerca de Mür?itp?nar, Turquía
36°53?41?? N, 38°25?21?? E
Soldados turcos cortaron la alambrada fronteriza al caer la noche y los refugiados se volcaron hacia los pimentales en barbecho. Eran miles de ellos, a pie, levantando polvo. Quienes llevan la cuenta de estos incidentes informan que, en las últimas 72 horas, más de 100 000 han cruzado a Turquía: la mayor estampida humana fuera de Siria desde empezó la guerra, hace más de tres años. Todos corren por sus vidas. Siria ya no es más que una idea. Ha dejado de existir.
Un grupo de refugiadas se sentó con sus hijos frente a la escuela de un aldea y no abandonaron los escalones de concreto ardiente en dos días. No sabían adónde ir. Tal vez confiaban en que la inmovilidad las volvería invisibles. Las protegiera. Estaban extenuadas. ?Los habitantes corrían por el pueblo, gritando ?¡Corran! ¡ISIS va a matarlos! ¡Corran!?, dijo Amine, la mujer mayor. Tenía el rostro requemado por el sol. ?Decapitaron a los hombres y vendieron a las mujeres cautivas en los mercados. Oímos hablar de todo eso?.
Fue la ofensiva más reciente del Estado Islámico. Arrasaron con los curdos en el noreste de Siria.
La ciudad fronteriza turca fue invadida por completo. Sus aceras pululaban de gente cargando bultos, de gente cargando nada. Multitudes aturdidas, aglutinadas sin motivo alguno. Algunos parecían extrañamente avergonzados, como si les hubieran pillado en un momento de debilidad. Otros cruzaban sus brazos, apretándose los codos. Trabajadores municipales circulaban distribuyendo lustrosos paquetitos de galletas. Bienvenidos a Turquía. Aquí tiene sus galletitas.
Encuentra este blog completo AQUÍ
En la caminata fuera de África he topado, personalmente, con cientos de desplazados sirios. Están por todas partes.
Algunos recogían verduras en Jordania por 11 dólares diarios (me acogieron en sus miserables tiendas). Otros mendigaban en las esquinas del puerto turco de Mersin acompañados de sus hijos, niños tan sucios que eran intocables. Los oficiales del viejo barco ganadero que abordé para cruzar el mar Rojo no podían navegar de vuelta a casa. Porque ya no tenían hogar: eran sirios.
En todo Medio Oriente hay unos tres millones de sirios humillados, atormentados, desamparados y desanclados de la vida normal, de la esperanza. Si incluimos a los iraquíes desplazados por el desbordamiento del combate, la cifra total de indigentes y desarraigados en la región roza ya cinco millones. Sus nietos tendrán que lidiar con las consecuencias de esta calamidad.
En la atestada población turca, dentro de una tienda de abarrotes abandonada, un individuo flaco llamado Ismail yace con su familia sobre una estera. Intentó enfrentar a los islamistas junto con otros 20 hombres. Su aldea se llamaba Xaneke. Las posiciones curdas se replegaron hacía apenas dos días. ?Tenían tanques y vehículos blindados?, dijo, exhausto, con la mirada fija en el suelo. ?Nosotros solo teníamos rifles Kalashnikov?. Los tanques posiblemente fueran vehículos estadounidenses bien construidos, abandonados durante la retirada del Ejército sirio. Tomaron cautivo a su hermano. Lo había llamado al celular una y otra vez, pero nunca hubo respuesta.
?¿Para qué es eso??, preguntó al verme tomar notas. Movió la mano con ademán displicente. ?¿De qué nos sirve??. Su cuñada, una mujer surcada de arrugas y vestida de rojo, rompió a llorar.
Septiembre 22, 2014.