El maíz es de los cultivos más importantes del mundo.
Extracto de la edición de octubre de la revista National Geographic en español.
Fotografías de Mauricio Ramos
Uno. El calor de esa mañana de abril se sentía como un golpe seco. Sin viento, la tierra suelta se pegaba al sudor de nuestros rostros. Llevábamos un par de horas abriendo surcos en la tierra ayudados por una mula vieja que hacía las veces de yunta. Don Andrés tiraba de ella con paso lento para que marcara bien el terreno con un trazo ondulante y simétrico. A ratos debía corregirle el rumbo. Algunos de sus hijos, que fueron a ayudarle, se habían dividido el resto de las tareas: unos echaban las semillas mientras otros cubrían los surcos, de unos 15 centímetros de profundidad, tan bien como podían. Había que esconder las semillas de ardillas y tlacuaches, animales a los que les gusta darse un banquete fácil en estos cerros áridos del sur de Hidalgo.
El arado era una estructura pesada hecha principalmente con maderos recogidos aquí y allá, y armada por el propio don Andrés. Para esa temporada de siembra, guardó semilla de frijol, haba y maíz para su «milpita», esa forma tan tradicional de cultivo en México cuya figura principal, aunque no única, es el maíz. Alrededor de las cañas de este grano, y dependiendo del clima, pueden crecer calabazas, frijoles, chiles, quelites y magueyes. La milpa, dicen algunos, es un ejemplo de productividad sustentable pero, sobre todo, uno de los rasgos más distintivos de la cultura agrícola mexicana.
Había que aprovechar que la tierra tenía «jugo», trataba de explicarme don Andrés, con su voz rasposa y su risa fácil. Se refería a que había agua suficiente bajo la tierra seca, lo cual permitiría que las semillas se afianzaran y echaran raíz antes de que las encontraran los animales.
Don Andrés tenía que confiar en que las lluvias llegarían puntuales hacia fines de mayo y en que no llovería intempestivamente, lo que removería la tierra floja y arrastraría las semillas o las dejaría expuestas. Habíamos salido de su casa justo después del alba, así que para el mediodía teníamos completas casi las dos hectáreas de la milpa. Para él, el maiz resultante de esta siembra era importante. Le serviría para consumo propio; algo más, para alimentar los pollos que cría, para venderlo o hasta para cambiarlo por otro producto. Y algunas de estas semillas las ocuparía para la siembra del próximo año.
Dos. Pienso en el futuro, en números y también en datos. Según la FAO, la provisión mundial de alimentos depende de alrededor de 150 especies de plantas, pero tres cuartas partes del alimento consumido en el planeta se relaciona con 12 cultivos y, de ellos, tres representan la mitad de la ingesta: arroz, trigo y maíz. De estos, México es el país con mayor aportación a la reserva mundial de semillas de maíz del CIMMYT que cuenta con 10,000 muestras.
En cuanto al maíz, en México se han identificado, según el acuerdo por el cual se determinan los centros de origen y los centros de diversidad genética, 70 razas de maíz, tres especies y dos subespecies de teocintle, y 13 del género Tripsacum como parientes silvestres, todo esto con base en la información proporcionada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, el Instituto Nacional de Ecología, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad y la Comisión Nacional Forestal.
Y aunque México es el principal consumidor de maíz del mundo per cápita, solo es el cuarto productor (casi 3%). El país satisface todo su consumo de maíz blanco, destinado a los humanos, pero no el de maíz amarillo, que es para animales y la industria.
Anualmente se producen alrededor de 22 millones de toneladas de este grano (20.2 de maíz blanco y 1.8 de amarillo), pero el consumo es de entre 32 y 33 millones, de manera que México debe buscar como paliar ese déficit en los mercados internacionales.
En la imagen principal de este artículo, los viveros del CIMMYT, donde bajo estrictas condiciones de luz, agua y temperatura, miles de plantas de maíces mejorados se desarrollarán como cultivos capaces de adaptarse a condiciones de sequía o pobreza del suelo.
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