La era de la incredulidad

El escepticismo respecto a la ciencia va en aumento y la polarización está a la orden del día. ¿qué causa que la gente razonable dude de la razón?

Extracto de la edición de marzo de la revista National Geographic en español.?

Fotografías de Richard Barnes

Vivimos en una época en la que el conocimiento científico enfrenta una oposición organizada y, a menudo, furiosa. Con la autoridad de sus propias fuentes de información y sus interpretaciones de las investigaciones, los escépticos le han declarado la guerra al consenso de los expertos.

En la reciente película Interestelar, situada en un Estados Unidos futurista y oprimido, donde la NASA ha sido obligada a esconderse, los libros escolares dicen que los alunizajes del programa Apolo fueron falsos.

En cierto sentido, esto no sorprende. Nuestras vidas están permeadas por la ciencia y la tecnología como nunca antes. Para muchos de nosotros, este nuevo mundo es maravilloso, confortable y rico en recompensas, pero también más complicado y a veces desconcertante.

¿Debemos temer que el virus del Ébola, que se contagia únicamente por contacto directo con fluidos corporales, mute una superplaga transmitida por aire? El consenso científico dice que es muy poco probable: nunca se ha observado que un virus cambie por completo su modo de transmisión en humanos y no hay ninguna prueba de que la más reciente variedad de ébola sea diferente. Pero introduce ?ébola de transmisión aérea? en un buscador de internet y entrarás en una distopía en la que este virus tiene poderes casi sobrenaturales, incluido el de matarnos a todos.

En este mundo desconcertante tenemos que decidir qué asumir como válido y cómo actuar al respeto. En principio, para eso está la ciencia.

?La ciencia no es un conjunto de hechos -afirma la geofísica Marcia McNutt, editora de la prestigiosa revista Science-. Es un método para decidir si lo que elegimos asumir como válido o no se basa en las leyes de la naturaleza?.

Sin embargo, para la mayoría de nosotros este método no llega de manera natural. Y así nos metemos en problemas una y otra vez.

El problema es muy antiguo, por supuesto. El método científico nos conduce a verdades que no son obvias, que con frecuencia son sorprendentes y en ocasiones difíciles de digerir.
Aún cuando intelectualmente aceptamos estos preceptos de la ciencia, de manera subconsciente nos aferramos a nuestras intuiciones, lo que los científicos llaman nuestras creencias ingenuas.

Un estudio reciente de Andrew Shtulman, del Occidental College, demostró que incluso estudiantes con educación científica avanzada sufrían una baja en su ritmo mental cuando les pedían afirmar o negar que los humanos descienden de animales marinos o que la Tierra gira alrededor del Sol. Ambas verdades son contrarias a la intuición. Los estudiantes, aún los que marcaron en forma correcta ?verdadero?, fueron más lentos para responder esas preguntas que aquellas acerca de si los humanos descienden de criaturas que habitan los árboles (también verdadera pero más fácil de entender) o si la Luna gira alrededor de la Tierra (verdadera pero intuitiva). La investigación de Shtulman indica que cuando nos volvemos científicamente educados, reprimimos nuestras creencias ingenuas, pero nunca las eliminamos del todo.

Aún para los científicos, el método científico es una disciplina difícil. Al igual que el resto de nosotros, son vulnerables a lo que llaman sesgo de confirmación, es decir, la tendencia a buscar y ver solo las pruebas que confirman lo que ya dan por válido. Pero, a diferencia del resto de nosotros, someten sus ideas a una revisión formal por parte de sus colegas antes de publicarlas y una vez que se publican sus resultados, si estos son lo bastante importantes, otros científicos tratarán de reproducirlos y, al ser congénitamente escépticos y competitivos, estarán felices de anunciar que no se sostienen. Los resultados científicos son siempre provisionales, susceptibles de ser revocados por algún experimento u observación futuros. Los científicos rara vez proclaman una verdad o una certeza absolutas.