El coronavirus o covid-19, ha dejado vulnerables a millones de personas, ¿pero por qué no estuvimos preparados para enfrentar esta pandemia?
En las primeras semanas de la pandemia por el coronavirus, no soportaba leer sobre nuestros tropiezos colectivos de los primeros días.
No solo porque el regaño implícito se sentía inútil, ¿cuál era el objetivo de saber que la realidad desolada que vivíamos se pudo haber evitado?, sino porque, en mi caso, también se sentía profundamente personal.
Cada artículo que leía sobre no haber visto las advertencias de un nuevo virus devastador me recordaba que, hace décadas, los científicos se había preocupado por eso mismo, y muy pocos periodistas habían escrito sobre su preocupación al respecto.
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¿Qué es un virus emergente y cómo se propaga?
Cuando empecé a investigar en 1990, el término “virus emergentes” apenas había sido concebido por un joven virólogo, Stephen Morse. Se volvería el personaje principal de mi libro “Las fronteras del virus”, que se publicó tres años después.
Entonces lo describí como un profesor asistente serio, con anteojos, un hombre que vivía una vida casi mental.
Morse y otros científicos identificaban condiciones como: cambio climático, urbanización masiva, la proximidad de los humanos a animales de granja o silvestres que eran reservorios virales, que podrían desatar microbios nunca antes vistos en humanos y, por lo tanto, inusualmente letales.
Advertían que, gracias a una economía cada vez más global, la facilidad de los viajes internacionales y el movimiento de refugiados debido a las hambrunas y guerras, estos patógenos asesinos podrían expandirse con facilidad por el mundo. ¿Suena familiar?
«La única y mayor amenaza para la predominancia ininterrumpida del hombre en el planeta es el virus».
Utilicé esa cita implacable de Joshua Lederberg, biólogo molecular que ganó un Premio Nobel por su trabajo sobre bacterias, en la introducción de mi libro. Esa cita me impacta por lo aterradoramente profética.
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Libros que hicieron predicciones sobre el coronavirus
Tras sus investigaciones sobre los virus y su propagación, varios periodistas se dieron a la tarea de escribir sus resultados y predicciones en novelas que se convirtieron en exitosos best-sellers como:
Zona caliente, de Richard Preston, y La próxima peste, de Laurie Garrett Contagio, de David Quammen, seguimiento a un artículo que escribió para National Geographic en 2007 sobre enfermedades zoonóticas).
Todos describimos el mismo escenario funesto, las mismas estrategias, los mismos gritos por estar tristemente mal preparados. ¿Por qué nada de eso fue suficiente?
Edwin Kilbourne, investigador líder de la vacuna contra la influenza, una conferencia a mediados de los años ochenta, inventó un escenario sobre un virus pesadillesco ficticio con características que lo harían el más contagioso, letal y difícil de controlar.
Los llamó el “máximamente maligno (monstruoso) virus”, o MMMV. Como Kilbourne lo describió, entre otros atributos perversos, se trasmitiría por el aire como la influenza, sería ambientalmente estable como la polio, e inyectaría sus propios genes directo en el núcleo del huésped, como el VIH.
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¿Es el coronavirus el más letal de todos los virus emergentes?
El nuevo coronavirus no es no es el macabro MMMV de Kilbourne, pero posee muchas de sus propiedades más temibles.
Se transmite por el aire, se replica en el tramo respiratorio inferior y se cree que dura días en las superficies.
Además, las personas pueden tener casos leves o asintomáticos, lo que significa que, aunque sean infecciosas, a menudo se sienten lo suficientemente bien como para salir a caminar, ir a trabajar y tosernos encima. De esa manera es aún peor que la influenza y mucho más difícil de contener.
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¿Por qué somos tan vulnerables al covid-19?
En países como el mío [Estados Unidos], puede que estemos acostumbrados a la amenaza de una pandemia porque hemos visto muchas amenazas de “Esta es la Grande”, confinadas a regiones que se perciben cómodamente remotas.
Salvo el sida, las epidemias agudas han tendido a permanecer locales: el SARS, en 2003 permaneció en Asia prácticamente; en 2012, el MERS no dejó Medio Oriente, el Ébola en 2014 fue en su mayoría un azote para África occidental.
Mientras nos veíamos esquivar las balas, era fácil atribuir la susceptibilidad en otros países a conductas que no teníamos aquí.
La mayoría de nosotros no montaba camellos, no comía monos, no manipulaba murciélagos vivos ni civetas en el mercado. Esta “otrización” de la amenaza, de muchas maneras, es lo que nos ha hecho vulnerables.
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¿Qué aprendimos del coronavirus?
Con todo, hay algo iluminador en las historias del libro sobre las epidemias del último siglo, cuando los virus no dejaban de surgir, devastando la población y, al final, desaparecían.
Pero nunca desde la pandemia de influenza de 1918-1919 ha habido alguna a esta escala, y nunca con esta mezcla feroz de transmisibilidad y letalidad.
Casi aprendimos las lecciones en los noventa del siglo pasado, y luego las ignoramos; quizá ahora, con predicciones que se han hecho realidad, las lecciones se nos quedarán.
Robin Maranz Henig es una periodista que radica en Nueva York y autora de nueve libros. Escribió sobre el campo emergente de la ciencia del microbioma en la edición de enero de 2020.
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