Estudio reciente demuestra que la cercanía de drones aumenta frecuencia cardiaca de osos negros.
Tal vez un oso no se eche a correr al ver robots voladores bajando del cielo, pero sin duda experimentará estrés.
Eso afirma un estudio reciente acerca de la respuesta de un grupo de osos negros de Minnesota ante la presencia de vehículos aéreos no tripulados (UAV, por sus siglas en inglés), también llamados drones.
Para su investigación ?la primera que observó la reacción fisiológica de animales salvajes a los UAV-, los científicos hicieron volar un pequeño cuadricóptero cerca los osos salvajes, en 17 ocasiones.
En casi todas las pruebas, la frecuencia cardiaca de los animales ?registrada con sensores implantados previamente en sus cuerpos- se incrementó de manera significativa, sobre todo cuando los osos fueron sorprendidos por el dron. El mayor incremento ocurrió en una hembra que hacía poco se retiró a su madriguera para hibernar.
De manera inesperada, la mayoría de los osos no manifestó agresividad, ni siquiera cuando el dron volaba a 10 metros de ellos, con la excepción de dos hembras con oseznos que corrieron para escapar del UAV, lo que hizo que una familia invadiera el territorio de otro oso.
En otro caso extremo, los vehículos voladores a control remoto causaron que la frecuencia cardiaca de un plantígrado aumentara de 39 a 162 latidos por minuto, un incremento impresionante de 400 por ciento, informa Mark Ditmer, líder del estudio de la Universidad de Minnesota. Eso excede con mucho la taquicardia que experimentan las personas cuando suben a una montaña rusa de doble tirabuzón.
?Los osos de esta región están expuestos, constantemente, al ruido de equipos agrícolas, autopistas y tráfico, y suelen correr por áreas despejadas para cruzar de un fragmento boscoso a otro?, explica Ditmer. ?Pensábamos que habían visto de todo?.
Sin embargo, agrega, ?los drones producen sonidos distintos y tienen capacidades diferentes. Pueden volar bajo la bóveda arbórea, acercarse mucho e incluso, seguir a un individuo?.
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Conforme los UAV se vuelven más comunes en los cielos estadounidenses, debido a sus usos recreativos, comerciales y en proyectos de conservación, los científicos empiezan a cuestionar su impacto en la vida salvaje.
Igual que los osos, algunas aves acuáticas son indiferentes a los drones: un estudio con archibebes claros y flamencos salvajes semi-cautivos claros reveló que 80 por ciento ignoraba al intruso volador, no obstante su color, velocidad de aproximación o cantidad de veces que se acercaban a una distancia de hasta 4 metros.
Con todo, los drones pueden tener consecuencias claramente negativas pues, para empezar, a veces las aves chocan contra ellos.
En mayo 2014, un dron ocasionó que se dispersara una manada de borregos cimarrones en el Parque Nacional Zion de Utah, separando a las madres de sus corderos. El incidente provocó que las autoridades del servicio de parques prohibieran el uso de drones sin permisos especiales y despertó la inquietud de que los robots pudieran resultan más perjudiciales de lo que pensamos.
Protección desde arriba
Lo irónico es que cada vez se usan más drones para ayudar a los animales salvajes.
Por ejemplo, son una herramienta estupenda para vigilar la población de una especie y determinar su territorio, así como para precisar la localización de los cazadores furtivos y detenerlos antes que puedan atacar.
En un futuro no muy lejano, modelos UAV más grandes y resistentes podrían rastrear los vehículos de dichos cazadores en áreas enormes donde abunda la vida salvaje, como el Serengueti.
Por otra parte, los drones pueden mejorar muchísimo la eficacia. ?Digamos que quieren proteger toda la zona costera de Gabón?, sugiere David Wilkie, director de Apoyo para la Conservación de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre.
?Podrían hacerlo con un par de UAV de alas fijas y larga distancia que vuelen constantemente sobre la región. Operarían en piloto automático mientras alguien los supervisa en una oficina de la capital?.
Wilkie agrega que es difícil interpretar el reciente estudio sobre la frecuencia cardiaca de los osos negros.
?Es desafortunado que utilicen el término ?estresor? para describir a los drones?, comenta. ?La frecuencia cardiaca es un signo de agitación, una respuesta natural. Todos los animales se agitan al escuchar un sonido desconocido. Es una cuestión de vigilancia y no, necesariamente, de estrés?.
Señala también que la frecuencia cardiaca de los animales de estudio se normalizó muy pronto cuando los drones se retiraron.
Es más, ?excepto por las madres con oseznos, que supongo son más cautelosas, los osos ni siquiera se movieron. La taquicardia es la forma como los animales manifiestan, ?Eh, ¿qué es eso? ¡Qué raro!?, y luego siguen con sus cosas?.
Por ese motivo, Wilkie propone que midan los niveles de cortisol, ?hormona del estrés? que pueden obtener de las heces que los animales dejan durante o después los vuelos UAV, ya que ese esfuerzo proporcionaría información adicional más precisa que los datos de frecuencia cardiaca.
Enorme potencial
Como muchos animales salvajes parecen haberse adaptado a los dispositivos desarrollados por el hombre ?desde helicópteros hasta collares de radio-, es posible que lleguen a acostumbrarse a los drones.
?No dudo que los osos ?que muchas especies- puedan habituarse a los UAV?, dice Ditmer, líder del estudio con osos. ?Pero si se trata de una especie en peligro o de animales sensibles a la interferencia humana, existe el riesgo de empujarlos más allá del límite?.
?Si en un futuro hubiera demasiados UAV circulando, el estrés agudo podría volverse crónico y eso causaría muchísimos problemas?.
Por ejemplo, el estrés crónico podría afectar la reproducción de los osos y su capacidad para encontrar alimento, sobre todo en tiempos de escasez. Su sistema inmunológico se debilitaría y eso les volvería susceptibles a enfermedades.
Con todo, agrega, ?si hay rinocerontes amenazados por la caza furtiva, el uso de drones para protegerlos podría justificar el estrés ocasionado?.
En general, los científicos concuerdan en que los investigadores deben seguir estudiando las respuestas conductuales y fisiológicas de la vida silvestre ?para asegurar que los beneficios superen al factor de hostigamiento en distintas especies?, prosigue Wilkie.
Por ahora, los drones de larga distancia con capacidad para transportar más equipo sensorial suelen ser muy costosos para muchas organizaciones de conservación no lucrativas.
Sin embargo, Wilkie visualiza un futuro con UAV más grandes, silenciosos y mejor equipados que realizarán trabajos de conservación hasta ahora imposibles.
?Los drones tienen un potencial enorme que apenas empezamos a explorar?, concluye.
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