Una nueva teoría asegura que los humanos provocaron la extinción de la megafauna y con ello, una presión evolutiva que propició la evolución del cerebro.
A pesar de que aún no están del todo claros los factores que llevaron a la extinción a la megafauna que dominaba el mundo en la prehistoria, un estudio del Departamento de Arqueología de la Universidad de Tel-Aviv, en Israel, propone una explicación novedosa de la evolución y el comportamiento humano a partir de la extinción de los mamíferos gigantes.
Los primeros homo sapiens que aparecieron en África hace aproximadamente 2.6 millones de años se enfrentaron a un entorno completamente distinto al actual, en el que los mamíferos promedio alcanzaban un peso de media tonelada y dimensiones que facilitaban su caza y asedio, convirtiéndose en el principal sustento de los humanos primitivos.
Este patrón se mantuvo durante cientos de miles de años, hasta que las poblaciones de los enormes mamíferos terrestres comenzaron a desaparecer, presumiblemente a causa de la actividad humana. Con la megafauna extinta, el peso de los animales disponibles para cazar disminuyó hasta en 90 %, según la investigación.
Este cambio radical llevó a los humanos a enfrentarse a un nuevo escenario, que influyó de forma decisiva en la evolución: según los autores del estudio, nuestros antepasados se vieron obligados a convertirse en “cazadores más inteligentes” y por lo tanto, estuvieron sometidos a una presión evolutiva que, tras un largo proceso de adaptación, provocó el desarrollo del cerebro humano.
Una vez que las presas se hicieron más pequeñas y por lo tanto veloces, los humanos desarrollaron habilidades cognitivas distintas para compensar sus características físicas.
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Según el estudio publicado en el Quaternary Journal, esta relación inversa entre el tamaño de las especies disponibles para cazar y el crecimiento del cerebro humano es la clave para comprender el desarrollo de habilidades tan complejas como el habla, el dominio del fuego, la creación de instrumentos como el arco y la flecha, las lanzas y hasta la domesticación del perro para contribuir en la caza.
El estudio aborda de forma novedosa el mayor fenómeno en la prehistoria humana: la acelerada evolución de nuestro cerebro, que triplicó su tamaño alcanzando su volumen máximo hace unos 300 mil años, antes de disminuir ligeramente a las dimensiones actuales en el Neolítico, tras la invención de la agricultura, hace 10 mil años.
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