Un panorama sobre los peligros de la producción de alimentos industrial sin regulación.
Un bistec con ensalada podría ser un menú tradicional, pero en realidad este plato puede ser una peligrosa combinación de agrotóxicos y bacterias impensada años atrás en el reino del asado. Veamos.
En varias regiones del mundo, sin espacio para la cría de ganado vacuno, bovino y aviar a campo abierto, y con el objetivo de maximizar ganancias y minimizar recursos, la producción de alimentos de origen agropecuario sufrió una enorme transformación en las últimas décadas y abrió las puertas al uso intensivo de antibióticos, hormonas y plaguicidas.?
La clásica postal de la vaca pastando comenzó a virar hacia corrales de engorde, ?feedlots?, donde los rumiantes ya no comen pasturas sino que se alimentan con preparados a base de granos, afrecho de trigo, harina, semilla y expeller de algodón, girasol, maní o soja, residuos de malta y harina de pluma hidrolizada. En cambio, las vacas de pastoreo tienen un equilibrio muy grande entre sus ácidos grasos esenciales, músculos fibrosos, compuestos anticancerígenos.
Los ?feedlots? generan vacas con más grasas saturadas, con más colesterol, que al mismo tiempo sólo se sostienen con antibióticos y que por otro lado tienen en su organismo la predisposición a mutar las bacterias internas entre la cantidad de antibióticos, la condiciones de vida y la dieta a bacterias resistentes, contra las que no hay cura.
En otros lugares se aplican grandes dosis de antibióticos y hormonas en la producción de ganado porcino. El uso de ractopamina, un androgénico que permite ganancia diaria de peso e incrementa la cantidad de tejido magro.? En los criaderos intensivos, los cerdos viven encerrados en pequeños corrales de concreto, lejos de los tradicionales chiqueros embarrados, sino más bien limpios pero con poco lugar para moverse.
Los machos reproductores son masturbados diariamente para extraer semen y preñar a las hembras, que paren en una ?maternidad? y luego pasan 21 días en pequeños cubículos junto a sus crías. Están echadas de costado y aplastadas con barrotes que las mantienen fijas al suelo. A su alrededor cada una tiene un grupo de entre diez y doce lechones que se mantienen lo más cerca que pueden de sus madres. Los barrales sostienen a las cerdas para que no lastimen a su cría.
En la industria avícola, los pollos y las gallinas ponedoras de huevo viven apiñadas en jaulas. Con los picos recortados para que no se lastimen, crecen o ponen huevos sin jamás tocar la tierra. Las aves reciben hasta 15 vacunas distintas y su alimento contiene grandes dosis de antibióticos, que se usan para mantener los animales sanos en condiciones insalubres y para engordarlos, porque son promotores de crecimiento.
Los cultivos frutihortícolas no escapan a esta realidad. Se han detectado en verduras, hortalizas y frutas plaguicidas organoclorados, endosulfán, clorpirifós y metamidofós, entre otros agroquímicos, algunos prohibidos. Es todo como una especie de combo tóxico donde lo peor es la falta de control.
Está demostrado que la producción diversificada a mediana escala da mucho más y mejor que la producción intensiva industrial, produce más calorías y produce calorías de mejor calidad. Y además da trabajo a las personas que vivían en el campo.
Con información de DPA