Nuestro planeta tiene una edad de 4,600 millones de años (m.a.), en su corteza se encuentra documentada gran parte de los sucesos ocurridos en su pasado geológico, siendo divididos en físicos y biológicos. Los físicos son estudiados por la geología e implican las transformaciones geográficas y ambientales. En cambio, los biológicos corresponden a las evidencias de la vida que ha tenido y tiene lugar en la Tierra; las más antiguas datan de hasta hace 3,500 m.a., se les han denominado fósiles y la paleontología es la ciencia encargada de estudiarlos.
La paleontología además de describir y clasificar a los fósiles, también estudia los procesos evolutivos experimentados por los seres, los cambios morfológicos que los organismos han experimentado a lo largo de la historia geológica del planeta, ya sean marinos o continentales (terrestres). Se estudian formalmente desde hace aproximadamente 200 años y se menciona que suelen ser limitados en número, incluso llegando a ser únicos.
Los fósiles más antiguos pertenecen a los estromatolitos, comunidades bacterianas litificadas que datan del Precámbrico, eventualmente se dio origen a las plantas, los animales invertebrados y vertebrados durante el Paleozoico, los dinosaurios en el Mesozoico y finalmente los mamíferos en el Cenozoico.
Estos fósiles pueden consistir ya sea en huesos, dientes, conchas, espinas, escamas, fragmentos esqueléticos, huellas de pisadas, marcas, troncos, hojas, nidos, por mencionar algunos, que perduraron en el tiempo a través de procesos físicos, químicos y/o biológicos, preservados casi siempre en rocas, denominados yacimientos fosilíferos.
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La corteza de la Tierra está integrada por rocas que se clasifican dentro de tres grandes grupos, ígneas, metamórficas y sedimentarias, en esta última es donde se encuentran los yacimientos fósiles. Las rocas sedimentarias se originan comúnmente a nivel de la superficie de la corteza terrestre, se generan a partir del deterioro y desgaste de otras rocas (ígneas y metamórficas), las cuales se transportan y tienen a acumularse en las depresiones de la superficie terrestre, es decir cuencas sedimentarias. Cuando este proceso termina, los elementos biológicos que se encontraban en el medio y fueron parte del proceso, pueden llegar a preservarse como fósiles.
Cuando los organismos perecen, sus restos se ven afectados por diversos factores ya sean biológicos, mecánicos o químicos, para que se pueda efectuar la fosilización es necesario que estos restos se encuentren aislados de la atmósfera y de la acción de microorganismos. En 1975, el paleobiólogo Schof describió algunos de los modos de preservación de los restos orgánicos, los fósiles:
Es la infiltración de agua llena de minerales, que en condiciones ventajosas, se reemplaza la materia orgánica por el material mineral preservando la forma y estructura del organismo original, se menciona que este proceso es más efectivo sobre partes duras como dientes, huesos, conchas y madera, entre otros.
Consiste en la conservación de partes no mineralizadas de organismos ricos en carbono, en sedimentos suaves, durante la fosilización se desprenden gases, agua y sustancias solubles, generando eventualmente una película carbonosa finalizando en una impresión de la superficie externa de los restos orgánicos, como pueden ser las siluetas de algunas hojas fosilizadas.
Se da cuando un resto orgánico se encuentra sepultado y los sedimentos finos que lo rodean se endurecen conservando la morfología exterior, generando así ya sea un molde externo o un molde interno dependiendo de los rasgos que se conserven.
Es cuando se genera un enterramiento rápido de los restos, aislándose de la descomposición, conservando así las partes duras o resistentes originales, sí se presentan alteraciones, pero son mínimas.
Se presenta en ambientes muy áridos con temperaturas muy altas donde la deshidratación de los organismos evita la descomposición, conservandose piel, garras, semillas, frutos, esqueleto, por mencionar algunos; se presenta únicamente en ambientes continentales (terrestres).
Los depósitos de brea, también conocidas como chapopoteras, presentan una composición química que los hace medios antisépticos (antimicrobianos), que evitan la descomposición y permiten la preservación de piel, pelo, plumas, polen, garras, entre otros.
Durante el Pleistoceno, hubo un descenso súbito de las temperaturas, este suceso se conoce como “La Era de Hielo”. En dicho periodo, se congelaron una gran variedad de plantas y animales, de los que se conservaron incluso sus contenidos estomacales.
El ámbar es la resina endurecida de ciertas plantas coníferas y leguminosas, y en esta se han encontrado preservados desde polen, insectos, hasta pequeñas lagartijas. Aunque Schof lo incluye en la fosilización por carbonización ya que solo se preserva la película carbonosa del exterior de los restos orgánicos.
Este texto es de la autoría de la bióloga Paula Sofía Villarreal Cantú.
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