Los incendios han devorado más de 94 mil hectáreas en Grecia, Italia y Turquía, revelando los efectos del cambio climático.
La pesadilla del cambio climático ya es una realidad. Los escenarios apocalípticos propios de la ciencia ficción, donde miles de hectáreas de bosque eran consumidas por incendios sin control y el verano alcanzaba más de 50º C en Canadá, hoy son parte de una emergencia global cuyos estragos se prolongarán –cuando menos– durante siglos.
La misma semana que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publica el informe más completo y actualizado sobre los efectos de la crisis climática causada por la humanidad, California enfrenta el segundo incendio forestal más grande de su historia, mientras Siberia combate decenas de incendios y el cielo de Grecia se tiñe de naranja en medio de la ola de calor más abrasadora de las últimas cuatro décadas.
Hasta la tarde del 10 de agosto, el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales aseguraba que 93 mil 700 hectáreas entre Grecia, Turquía y Italia habían sido arrasadas por al menos 568 incendios.
Los incendios masivos coinciden con la ola de calor más intensa que ha vivido Grecia en los últimos cuarenta años. Con temperaturas que superaron los 40ºC en todo el país, el fuego ha consumido la tercera parte de Eubea, la segunda isla más grande de Grecia. Los fuertes vientos han provocado su rápida expansión hacia el norte, obligando a más de 2 mil personas a evacuar sus hogares por vía marítima.
Después de que el gobierno griego fue ampliamente criticado por su pasividad para sofocar las llamas, más de 870 bomberos se movilizaron a la zona en al menos 56 frentes, apoyados por 17 helicópteros antiincendios de distintos países vecinos que ofrecieron ayuda, además de Egipto y Suiza.
El avance del fuego en la isla es tal, que el Primer Ministro ha calificado estos eventos como «una catástrofe natural de proporciones inéditas«.
Al mismo tiempo, otra ola de incendios se expande de forma independiente en la península del Peloponeso, al suroeste de Grecia, mientras que en la periferia de Atenas, el monte Parnés (una región montañosa catalogada parque nacional) vive horas críticas para evitar que el fuego consuma la reserva.
Justo cuando la emergencia climática pasó de las evidencias sutiles a su manifestación fenoménica más tangible, de las investigaciones académicas a las olas de calor, lluvias extremas, sequías o incendios incontrolables, la fiscalía helena inicia una serie de investigaciones para averiguar si los incendios en Eubea fueron causados por algún grupo criminal.
Con toda probabilidad, la justicia no podrá llevar a juicio a la actividad industrial desmedida de más de un siglo para saldar un problema que sólo podrá ralentizarse parcialmente –que no resolverse– a través de la voluntad política internacional y sobre todo, un esfuerzo real para colocar las ganancias a corto plazo en segundo plano, priorizando la restauración de los ecosistemas.
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